Jueves, mayo 08, 2025

8 mayo, 2025

Luis Enrique Sánchez Díaz

León XIV: ¿Un papa desde el imperio para el Sur Global?

El humo blanco ha subido, la Plaza de San Pedro se ha llenado de gritos y banderas, y el mundo católico, fiel a sus rituales de solemnidad coreografiada, se dispone aplaudir al nuevo papa como si de un evento deportivo se tratara. Esta vez, según los rumores filtrados más rápido que las promesas sin cumplir de los concilios, el elegido es Robert Francis Prevost. Un cardenal estadounidense con alma peruana, que bien podría coronarse como León XIV, en una jugada tan simbólica como contradictoria.

Porque si algo sabe hacer la Iglesia, es revestir de “novedad” lo que en realidad es continuidad. Prevost no es el outsider. No es el papa de los pobres, aunque haya vivido en Perú. No es el reformador radical, aunque le agrade la sinodalidad. No es, en suma, el León que rugirá contra los mercaderes del templo, sino más bien el administrador cuidadoso del zoológico vaticano.

Prevost, de Chicago, tierra de Wall Street Católico y suburbios con nombre de santo, llega con las credenciales que encantan al sector moderado: un pie en el Norte, otro en el Sur; un ojo en Roma, otro en Washington. Es el arquetipo del clérigo globalizado: políglota, diplomático, obediente. Su paso por Perú es la hoja misionera que lo conecta con los pobres; su actual puesto como prefecto del Dicasterio para los Obispos, el anillo de hierro con el que ha moldeado la Iglesia al gusto de Francisco.

¿Y entonces por qué preocupa su elección?

Porque no basta con tener pasaporte latinoamericano ni con haber recorrido los arenales de Trujillo para entender la marginalidad. El Sur Global no necesita emisarios benévolos del Norte, sino estructuras que dejen de explotar su fe, sus recursos y su cultura. Si León XIV, alias Prevost, quiere marcar una diferencia, debería comenzar por revisar qué tipo de obispos ha promovido: ¿pastores con olor a oveja o burócratas con perfume curial?

Su biografía es impecable. Y sospechosa. Tesis magna cum laude sobre el rol del prior agustino, experiencia administrativa planetaria, cercanía con la Curia, manejo de idiomas como si la evangelización fuera un congreso de la ONU. Todo apunta a que no será un revolucionario, sino un hábil conservador con ropaje pastoral. El tipo de papa que hablará de cambio mientras lo administra.

Ahora bien, hay una mancha. O varias. Su papel en los casos de abuso sexual en Perú, aunque minimizado por sus defensores, no puede pasarse por alto. Porque encubrir es una forma de violencia estructural, más grave aún cuando se presenta envuelta en sotana blanca. ¿Será el nuevo León un león con garras contra la pederastia clerical o un gato domesticado por las redes de silencio?

El nombre elegido —León XIV— no es casual. Remite a León XIII, el papa de la Rerum Novarum, el documento que intentó conciliar a la Iglesia con la cuestión obrera sin renunciar al poder. Un texto noble, sí, pero también funcional al control social. ¿Será este nuevo León un renovador de la doctrina social o un gestor de la moral políticamente correcta?

Hay que ser claros: la elección de un papa estadounidense, por más “peruano” que se haya vuelto, implica una lectura geopolítica. El Vaticano no es neutral. Y en tiempos donde China construye alianzas en África y América Latina, poner a un gringo al frente del trono de Pedro es, como mínimo, una señal. ¿A quién servirá el nuevo pontífice? ¿A los pobres, a la verdad, a la fe? ¿O a los intereses cruzados de una Iglesia que no termina de desmontar sus privilegios?

El Sur global no necesita papas simbólicos, necesita justicia. Y si este nuevo León no está dispuesto a rugir contra la pobreza estructural, la violencia clerical, la misoginia eclesial y la geopolítica del Vaticano, entonces será un León sin colmillos. Un papa de transición. Un gerente de lo sagrado.

Aguardemos, pues, las primeras homilías. Porque si de verdad quiere ser León XIV, más le vale empezar a rugir donde más duele: en los privilegios vaticanos, en los encubrimientos, en la misoginia institucionalizada y en la simulación eclesial. De lo contrario, será otro papa de los consensos hipócritas, de los gestos sin transformación, de las visitas apostólicas que no tocan estructuras.

Y entonces sí, el Sur sabrá que no hay humo blanco que opaque la verdad.

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