En cuestión de días todos nos convertimos en expertos de movilidad, diseño urbano, medio ambiente, buen gobierno, corrupción y peatonalización (o peatonización, según los poblanos), y todo por unos bolardos y macetones que le quitaron espacio a los automovilistas, esos que ni siquiera saben poner las direccionales.

El proyecto impulsado por Claudia Rivera no es una tontería, ni imposición (aunque tiene una pésima ejecución), tanto peatón como conductor se pueden reeducar. Basta recordar cuando Moreno Valle lanzó las fotomultas y le bajaron a la velocidad, o cuando se impuso el RUTA y aprendieron a dejar un carril libre.

En consecuencia, queda claro que su lucha no es en contra de la posible corrupción que implicó su colocación, ni por las consecuencias ambientales, es por los privilegios.

No les molestan los bolardos, les molesta que se esté reconociendo los derechos de los de a pie, de los que no tienen un auto para transportarse.

No les molestan los bolardos, les fastidia saber que la prioridad siempre debe ser el que va caminando, les encabrona respetar los pasos peatonales, les emputa no poder ganarle el paso a otro o estacionarse en doble fila.

No les molesta los bolardos, les arde perder privilegios que -erróneamente supusieron- adquirieron automáticamente al tener un vehículo.