Miguel Barbosa podrá usar todo el erario para intentar borrar los colores y logos insignia del morenovallismo, podrá hacer auditorías, procesos e investigaciones contra quienes se jactaban de la protección y el poderío que tenía el ya entonces senador, y quien se posicionaba como -ahora sí- el candidato natural del PAN para 2024.

Podrá perseguir y hacer una conferencia de prensa diaria recordando que todo lo que está mal es “herencia del Maximato”, podrá tildar de “justicia divina” la muerte de ambos, podrá pintar a Puebla de granate y ni aun así podrá quitarle a Martha Erika Alonso Hidalgo el título de gobernadora porque -aunque en estricto sentido su muerte marcó el fin de su gobierno-, su trágico final crea un conflicto en el imaginario.

Y esa es la batalla perdida del hoy gobernador Barbosa, quien algún día se sumará a la larga lista de exgobernadores que incluye al también exgobernador Rafael Moreno Valle.

Mientras que Martha Erika no sólo es la primera gobernadora de Puebla y la primera gobernadora del PAN, Martha Erika es y será recordara como: La Gobernadora.