Luis Enrique Fernández Sánchez

A Puebla le ha ido mal en el último año. La COVID-19 es una pandemia que se ha ensañado contra los poblanos. Puebla es ya la cuarta ciudad del País con mayor número de casos positivos de coronavirus. Es, a nivel regional, una auténtica muestra del incremento de casos en México que se sitúa también como el tercer país con el mayor número de casos a nivel mundial.

Desempleo, crisis económica, inseguridad, feminicidios, violencia de género, robos, asesinatos y una pésima conducción política.
En lo negativo somos líderes.

Datos, cifras, porcentajes, abundan.

Peor, no hay un liderazgo que unifique para enfrentar la difícil situación.

Existe, desde hace 16 meses, dispersión de las principales estamentos poblanos.

Y desde hace 12 meses, Luis Miguel Gerónimo Barbosa Huerta ha abonado a la atomización social.

Su gestión, a un año de distancia, se ha distinguido por ocurrencias, exabruptos y una clara y abierta actitud de desquite, venganza, contra aquellos que en algún momento no coincidieron con su manera de hacer política.

Para el imaginario colectivo poblano, queda para la historia y la cultura de la política, el castigo de Dios, el plato de mole con guajolote, la inmunidad de los pobres, como ha quedado la preciosura de un gobernador, los celulares volando a la cabeza de cualquier colaborador, los palomazos para cantar, el compadre de todos los poblanos a los cuales conocía por nombres y apellidos y la caída del sistema, solo por mencionar a los últimos.

Ni Dios Padre nos hará olvidarlos.

Ni enojos, berrinches, regaños, intolerancia, todas actitudes públicas que revelan una manera de ejercicio de poder, sucumbirán ante panfletos pagados.

Y no es un asunto del BOA poblano que no existe y que fue un dislate más para colgarse de una ocurrencia presidencial.

En los últimos meses, las 5 o 6 encuestadoras más prestigiadas del país lo ubican en el sitio 30, 31 o 32 en la aceptación de sus gobernados. Triste realidad más allá de la clase política o de los grupos de poder.

Un amigo a quien quiero y admiro, se ha referido a Barbosa Huerta como “un estadista”. La ironía, es una figura retórica que mi dilecto amigo usa con elegancia y fineza. Me quedo con ella, con su ironía; nunca mejor aplicada y ejercida.

Me queda claro, los exabruptos, ocurrencias, desquites, regaños públicos, mal genio, intolerancia, son características y recursos que definen el último año de gobierno.

Es cuánto.

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Luis Enrique Sanchez Fernández es periodista; ha escrito para impresos en papel, radio, televisión y portales digitales. Es universitario, historiador y cronista.