Para Abrahán Quiroz Palacios, que atravesó la
noche enarbolando las banderas históricas de la izquierda universitaria.  

 ¡La BUAP está en paro! fue la primera versión que se supo, estaba entre signos de admiración porque desde hacía un tercio de siglo que esa palabra y otras aledañas a ella no habían sido pronunciadas por nadie en la institución.  Cuando cambian las correlaciones de fuerza es el lenguaje lo primero que se modifica; los nuevos consensos necesitan bautizar con otros nombres la realidad que antes había e imponer los neologismos con los que se nombrará lo nuevo. Allí no se hablaba de paros, movimiento estudiantil, solidaridad con las luchas populares, reforma universitaria, voto universal.  Esas palabras quedaron abolidas en 1989, cuando un golpe de mano financiado y promovido por el gobierno federal y estatal de aquellos años, desplazó a la izquierda de la institución con la complicidad de algunos de adentro (profesores y estudiantes, los menos; pandilleros, los más).   Eran los tiempos de un neoliberalismo incipiente, que se presentaba como una promesa de cambio y en su camino arrasaba con conquistas laborales, políticas, culturales y sociales.  La Universidad Autónoma de Puebla libraba a su interior procesos que estaban reñidos con la nueva realidad nacional que promovía una nueva política que entonces decíamos que era tecnocrática y que devino en una pandilla que exprimió todos los recursos de la nación en una subasta en la cual se hicieron de compañías ferroviarias, bancos, plataformas petroleras, universidades privadas (y otras privatizadas), concesionaron más de la mitad del territorio nacional a las compañías mineras. 

II 

El último tercio de siglo la UAP estuvo ausente de los procesos políticos nacionales.  Cuando el EZLN pasó por Puebla en su camino a la Ciudad de México, el rector de entonces cerró la institución.  La caravana pernoctó y recibió la solidaridad activa de la Universidad Iberoamericana y de los grupos sociales y sindicales que la apoyaban, entre ellos varios universitarios de la UAP, que lo hacían de manera personal y desinteresada. 

La nueva élite universitaria se alineó con el neoliberalismo, regresó el porrismo a la institución, sus sindicatos fueron abatidos y la corrupción desenfrenada se apoderó de los claustros universitarios.  El subsidio universitario sirvió para financiar la construcción de una impresionante universidad privada en Veracruz, para comprar caballos pura sangre, para viajes en aviones privados a Las Vegas y para todo tipo de francachelas; sirvió también para la construcción de casas de una cuadra completa en La Calera y otros fraccionamientos de lujo de la ciudad de Puebla. Cuando Rafael Moreno Valle llegó a la gubernatura, la burocracia universitaria también degustó los frutos podridos del huachicoleo. Mientras tanto los académicos… calladitos, cuidando sus sueldos y su permanencia en la institución.     

III

Así los sorprendió la parte alta de la transición democrática del país. El mundo cambiaba y no se dieron cuenta, encerrados en su torre de cristal no vieron las señales de los nuevos tiempos: Enrique Peña Nieto tuvo que refugiarse en un baño de la Universidad Iberoamericana cuando hacía campaña en Puebla, debido a la persecución (incorrecta, me parece) a que lo sometió un grupo numeroso de universitarios.  La lucha por los derechos humanos y el respeto al medio ambiente ganó adeptos entre la ciudadanía y se formaron comités de resistencia que fueron acompañados por destacados académicos de instituciones privadas y por la prensa liberal.  La Escuela de Medicina de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP) hizo pública su opción preferencial por los pobres.  Ni siquiera ese acto, impensable en una institución fundada por la derecha poblana para oponerse al liberalismo de la UAP, hizo que los universitarios se dieran cuenta del tsunami que venía. 

    Cuando Rafael Moreno Valle le quiso heredar el poder a su esposa, la élite universitaria se le unió sin saber que ese era el beso del diablo.  A Miguel Barbosa le arrebataron a la mala la gubernatura del estado; seis meses después, se benefició de que Rafael Moreno Valle y su esposa toparan con la única ley que no pudieron violar (la de gravedad) y, con menos votos que cuando “perdió” la gubernatura, se alzó con una victoria incuestionable. 

       Así los sorprendió la alborada, perezosos, en su zona de confort y desligados de los movimientos populares que fueron el valladar externo que protegió a la universidad crítica, democrática y popular (o, cuando menos, a la que quiso serlo).  Cuando despertaron el país comenzaba a cambiar y a cuestionar los privilegios en TODA LA SOCIEDAD MEXICANA, incluyendo sus élites universitarias. 

   El gobierno estatal tomó la iniciativa de auditar a la BUAP.  La medida fue primero resistida por la administración universitaria aduciendo supuestas violaciones a la autonomía universitaria.

IV 

   Una semana antes de la formidable eclosión del movimiento estudiantil, tres universitarios y un chofer del servicio Uber fueron cruelmente asesinados en el municipio de Huejotzingo.  Fueron al carnaval de esa comunidad y habían disputado un sombrero con la encargada de una tienda.  Al parecer se lo llevaron sin pagar.   No sabían (no podían saberlo), que la encargada era la novia del jefe de plaza de la delincuencia organizada, quien junto con otros delincuentes les dieron alcance, los hicieron descender del auto que llevaban y los asesinaron.

    Cuarenta y ocho horas después, una mujer y dos hombres (entre ellos el principal indiciado) eran presentados como presuntos culpables del asesinato de Ximena, Francisco Javier, Josué y José Antonio.  A pesar de la eficiencia de la fiscalía del estado, los estudiantes estallaron un paro en la BUAP hasta en cuanto no se les garantice la no repetición de estos hechos crueles.  La suspensión de actividades le vino como anillo al dedo al rector Alfonso Esparza, que, con el pretexto de la autonomía universitaria, estaba retardando una auditoria externa sobre la institución. 

 V 

 La movilización estudiantil del 5 de marzo rebasó todas las expectativas, los contingentes de las cinco principales instituciones de educación superior se unieron en un solo grito de ¡Basta a la violencia y la inseguridad!   La BUAP, la Universidad Iberoamericana, la UPAEP, la UDLA y el Tecnológico de Puebla, escenificaron la más grande movilización estudiantil de que se tenga memoria.  Los jóvenes improvisaron sus consignas imitando los gritos de sus ídolos como el de ¡Eeeexigimos justicia!, que parodiaba el grito futbolero del Chucky Lozano.  En el Paseo Bravo las dos enormes columnas que venían de Ciudad Universitaria y la Avenida Juárez, cedieron la avanzada a la Escuela de Medicina de la BUAP, donde estudiaban dos de los estudiantes sacrificados. A pesar del dolor, tal vez por la misma situación de ser jóvenes, ingresaron al zócalo de la ciudad cantando el Cielito Lindo.

 Cuando llegaron a Casa Aguayo, sede de la secretaría de gobernación y residencia alterna del gobernador del estado, pasaron de largo, ignorando una valla metálica y un fuerte cordón policiaco que estaba en alerta.  El gobernador del estado, Miguel Barbosa Huerta salió a recibirlos y platicó brevemente con ellos; les prometió que resolvería el problema de la inseguridad, que crearía una fiscalía especial para este tipo de casos y les pidió ayuda para atender un problema social que requería de acompañamiento público.

   La improvisada dirigencia estudiantil dejó pasar la contradicción de crear una fiscalía especial; no se trata de encontrar culpables, se trata de que no ocurran estos actos deleznables.  La fiscalía poblana está trabajando, se han resuelto muy pronto la mayoría de crímenes como los desmembrados de Tepeaca; del asesinato de los universitarios hay detenidos desde un día después de los hechos.  La creación de una fiscalía especial constituye un mensaje ominoso sobre los universitarios, de lo que se trata es de que ninguno más sea víctima de esta clase de atropellos mortales, no de que se investiguen bien los crímenes que pudieran continuar cometiéndose.

    Fuera de ese error de omisión, la dirigencia del movimiento rindió buenas cuentas a sus representados: realizó pacíficamente una marcha monumental, no se dejó ‘reorientar’ en un sentido político (como intentaron hacerlo algunos viejos caudillos universitarios), evitó que la marcha se enfocara contra el gobernador Barbosa, evitó también que la alcaldesa poblana, la economista Claudia Rivera Vivanco, marchara con ellos y se le montara a la ola universitaria para poder enfrentar a un gobierno estatal con el que no tiene muy buenas relaciones; círculos cercanos al gobernador le achacan la derrota en la ciudad capital en el proceso electoral que convirtió a Barbosa en gobernador.  Lo mejor, impidió que tomara la interlocución el rector Esparza, cuarenta y ocho horas después de la marcha, la dirigencia estudiantil se asumió como la interlocutora con el gobierno y Alfonso Esparza, que estuvo en la movilización rodeado de un nutrido grupo de trabajadores, tuvo que conformarse con los silbidos y abucheos de una masa estudiantil que se aproxima a la hora de ajustarle cuentas.  En ese momento se derrotó la intentona que se hizo desde rectoría de que el paro concluyera hasta que lo determinara la autoridad universitaria.  Era una maniobra desesperada, de sobrevivencia.  

VI

  Puebla está en plena ebullición, se sabía que el cambio democrático iba a enfrentar resistencias.  La derecha se equivoca apostándole a una movilización que utiliza el legítimo reclamo de seguridad para intentar preservar sus privilegios al interior de la BUAP.

     Hoy los jóvenes marchan por justicia (que en su sentido literal ya está en curso, los homicidas están presos).  Lo bueno es que comenzaron a marchar, a reconocer las calles que otras generaciones caminamos para defender un proyecto de universidad popular, democrática y crítica. Se enterarán en el camino que otros jóvenes hicieron esos mismos recorridos para defender sus conquistas, sus instituciones, que lo hicieron con gallardía, con convicción y que a veces también estuvimos ahí retadores, insolentes y temerarios. En ese caminar se apropiarán de las calles y plazas y de todas las tradiciones libertarias del liberalismo poblano; descubrirán la nueva realidad estatal y nacional, harán buena su condición de jóvenes y se darán cuenta que la vida tiene otros destinos más gloriosos que morir por la disputa de un sombrero.

CORREO CHUAN

 El correo chuan trae vientos libertarios.  La Benemérita Universidad Autónoma de Puebla despierta del largo sueño neoliberal, una nueva generación de estudiantes rompe todas las marcas de las movilizaciones anteriores EN SU PRIMERA SALIDA A LA ARENA POLÍTICA.  Es bueno que ello ocurra; desde ahora ciento cincuenta mil celulares estarán atentos a cualquier atropello que se pretenda cometer contra la juventud estudiosa.  Las bandas criminales que actúan en Puebla deben saber que les espera el castigo si continúan en sus actividades delictivas.  Una sociedad movilizada es lo que necesita todo gobierno para radicalizar su lucha contra los criminales.  Tal vez la idea del paro no sea correcta, lo que se requiere para mantener la alerta contra la violencia criminal es la movilización estudiantil.  La derecha poblana mató a Joel Arriaga Navarro el 20 de julio, en plenas vacaciones de verano, y, a Enrique Cabrera seis meses después, en plenas vacaciones decembrinas.  La derecha mata cuando los universitarios se desmovilizan.  Mantener la actividad docente también ayudará a que continúe la auditoria sobre la benemérita institución y que la sociedad poblana y nacional conozca los huachicoleos que subsisten a su interior.  Zapata 21 es una dirección de bellos recuerdos.

E-mail: correochuan@hotmail.com