Pues sí, es un hecho y la realidad lo confirma; en la 4a. Transformación también hay clases sociales en el periodismo. Dicen los que saben de estos menesteres que no tenía por qué ser diferente.

Siempre, en la historia de la humanidad y de las diferentes formas de comunicar, quien da la noticia, quien comunica, quien da a conocer un hecho, tiene un lugar en esta sociedad de poderes, pesos y contrapesos.

Para no ir muy lejos, en nuestro país, los matices y comportamiento de la comunicación marcan cada época. En la Colonia, el amanuense solo podía comunicar lo que su patrón, el arzobispo, ordenaba. Era peor en el México precortesiano ya que ahí solo se escribía lo que el emperador o cacique quería.

En el México del siglo XIX la palabra escrita sirvió para la disputa del poder político. En el XX y de acuerdo a los diferentes momentos, el periodismo ha sido un poder. A veces a la alza y a veces a la baja, dependiendo de las relaciones con el poder político.

En el siglo XXI, en la 4a. Transformación, no tendría por qué ser diferente.

Y menos en Puebla ya que las señales son claras. Unos periodistas son invitados a desayunar en grupos reducidos con el poder; otros, la muchedumbre comen con el poder en grupos más numerosos; otros, lo menos, son invitados a desayunos o comidas privadas, individuales.

Lo olvidaba, la broza, la muchedumbre, la chiquillada, los jodidos, ni comidas, desayunos, pláticas o convivios. Ni un lazo. No existen.

El halago, la empinada, la complacencia, la alabanza, el contubernio, invaden la mayoría de las propuestas periodísticas.

Filtraciones, aspiraciones, mensajes cifrados, suplen o rebasan, a la vocación de informar.

Así las cosas; el la convivencia entre dos poderes: el político y el mediático.

Amén.