Andrés Manuel tiene una gran deuda con Puebla y los poblanos.

Que siga, disfrutando las mieles de un juego en el cual él dicta las reglas, y cada mañana lo alimenta. Dimes, diretes, sonrisas, juegos verbales y frases que enriquecen el léxico coloquial de la política mexicana.

Después de tanto años de lucha se lo merece.

El Pueblo es sabio y ahora y durante varios meses, seguirá disfrutando del triunfo del uno de julio, sí, pero también cada mañana recibe alimento para el desquite saboreando la venganza.

¿Hasta cuándo? Imposible predecirlo.

Pero Puebla necesita más. Mucho más.

La crisis política se acentúa, no hay proyectos ni propuestas. Imaginé que después del desmadre que armó la clase política poblana y uno que otra personajes del centro, las campañas voltearían a ver al ciudadano común y corriente y serían el destino de las propuestas.

Iluso de mí.

Descontón, madruguete, espionaje, rodillazo, patada en los huevos, siguen, continúan, siendo la única manera de hacer política.

Pensábamos que el morenovallismo había desaparecido con su creador.

No. Sus herederos andan dispersos. No atinan a presentar frente común.

Pero los usos y costumbres que impuso, seguirán en el ejercicio político cotidiano.

Esa fue su herencia.

Ahora, quienes aprendieron las malas mañas están en Morena.

Por eso se antoja una pregunta coloquial y pueblerina:

¿Hasta cuándo el pinche manotazo en la mesa Andrés Manuel?

Ya te tardaste.

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