_{“Un gato es bueno siempre que pueda atrapar a una rata”
Deng Xiaoping. Arquitecto de la China moderna.}

El republicano neoyorquino Donald Trump, conservador y descendiente de inmigrantes, asumirá el próximo 20 de enero de 2025 como el 47º presidente de los Estados Unidos de América. Su retorno a la Casa Blanca ha generado una ola de especulación política en México y en el mundo, particularmente por sus contantes declaraciones sobre aumentar los aranceles a los productos mexicanos y la posibilidad de deportaciones masivas de y trabajadores mexicanos en los Estados Unidos.

Donald Trump nació el 14 de junio de 1946 en Queens, Nueva York. Siendo uno de los cinco hijos de Mary Anne MacLeod, inmigrante escocesa, y de Fred Trump, hijo de alemanes. Su abuelo paterno, Friedrich Drumpf, emigró de Alemania en 1885, obtuvo su ciudadanía estadounidense en 1892 y fundó la línea familiar que eventualmente incluiría al físico e ingeniero John G. Trump.

No obstante, la controversia que rodea al magnate convertido en político va más allá de su historia familiar. Será la primera persona que ejercerá la presidencia en la historia de Estados Unidos siendo condenado penalmente por el sistema judicial. Sus amenazas y declaraciones polarizantes han puesto en entredicho su enfoque estratégico. Hay que recordar que ser candidato es muy distinto a ser presidente, y gobernar requiere identificar prioridades reales.
En este sentido, resulta desconcertante que Trump dirija su atención hacia México y otros países vecinos, cuando su principal desafío debería ser el ascenso de China como potencia económica mundial. Según la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), en 2020 la inversión extranjera directa en Estados Unidos cayó un 49% (USD 134,000 millones), mientras que en China creció un 4% (USD 163,000 millones), posicionando a este país como el mayor receptor de inversiones extranjeras a nivel global.

Además, entre 2012 y 2023, el 93% de la inversión extranjera directa china en América del Norte se dirigió a Estados Unidos, mientras que Canadá y México apenas recibieron el 5.8% y el 0.6%, respectivamente, según datos del Instituto Nacional de Autopartes (INA). China también lidera como exportador mundial, con 3,125,889.7 millones de euros, y domina el mercado de autopartes en América del Norte, representando el 53% de las importaciones en Estados Unidos, el 35% en México y el 12% en Canadá.

Ante esta realidad económica, el próximo presidente estadounidense debería concentrarse en diseñar una estrategia geoeconómica para contrarrestar la creciente influencia de China. Esto implicaría reequilibrar las fuerzas económicas globales y fortalecer la posición de Estados Unidos en el escenario internacional.

Por otro lado, los mexicanos en Estados Unidos han sido actores clave en el fortalecimiento de la economía de ese país. Durante décadas, han contribuido al crecimiento económico, pagado impuestos y enviado remesas a México, mitigando así la presión migratoria hacia el norte.
En lugar de amenazar a sus socios y vecinos, Trump debería enfocarse en proteger los intereses económicos estratégicos de su nación. Mientras él se distrae con cuestiones de corto alcance, las economías asiáticas avanzan silenciosamente, consolidando su influencia global.

Nadie debe olvidar la enseñanza política del expresidente de México, Don Adolfo Ruiz Cortines que afirmaba: “En la silla se hace lo que se puede, no lo que se quiere”