4 julio, 2025
Redacción PH
“La patria es dicha, dolor y cielo de todos y no feudo ni capellanía de nadie.”
José Martí. Político y filosofo cubano.
La democracia mexicana sigue su curso, avanzando con altibajos, a veces con lentitud, otras con ímpetu, pero siempre en medio de un contexto profundamente capitalista que impone obstáculos considerables. Vivir junto al país más capitalista del planeta y, al mismo tiempo, caminar hacia ideales como la igualdad y la fraternidad, es una tarea mucho más compleja de lo que se ve a primera vista.
La geopolítica, como disciplina fundamental para entender el mundo, no puede ni debe ser ignorada. México ocupa una posición estratégica en el tablero global, y esta ubicación influye tantos en sus desafíos como en sus oportunidades. Nuestra historia milenaria y nuestra cultura, tejidas con la sabiduría y resistencia de nuestros pueblos originarios, nos dotan de una fortaleza que pocos países pueden presumir. De ahí emana nuestra capacidad para enfrentar incluso los retos más desafiantes.
La misión de nuestra sociedad debe ser clara: empoderar al pueblo para ejercer un control democrático real sobre las instituciones públicas, asegurando la defensa y aprovechamiento justo de nuestras riquezas humanas, naturales, económicas y culturales.
Un ejemplo reciente nos ilustra los peligros de una visión política errática: el error estratégico de Estados Unidos al elegir a un presidente que, en sus primeros actos de gobierno, ha optado por sembrar discordia con naciones vecinas. La historia enseña que la confrontación, por lo general, produce más pérdidas que beneficios. Por el contrario, la amistad, la cooperación y la armonía entre los pueblos – especialmente entre aquellos que comparten frontera e intereses- ofrecen resultados mucho más promisorios. México y Estados Unidos, si lo desean, pueden convertir su cercanía geográfica en una alianza geopolítica que resuelva problemas comunes y fortalezca mutuamente sus democracias.
Como ciudadano mexicano, reconozco la actitud prudente y sensata que ha mantenido la presidenta de México Claudia Sheinbaum, ante los complejos desafíos tanto nacionales como internacionales. Su liderazgo ha sido firme, respetuoso y digno. Esa serenidad en el ejercicio del poder le ha permitido tomar decisiones estratégicas y responsables en favor de la nación. Gobernar México nunca ha sido una tarea sencilla, y en las condiciones actuales, el reto es monumental.
La presidenta debe resistir las intensas presiones de poderosos grupos económicos: familias que, durante décadas, se han apropiado de una parte sustancial de la riqueza nacional, provocando una pobreza estructural que afecta a millones de compatriotas.
Estas élites concentran el control de bancos, afores, sistemas de comunicación, universidades, medios de comunicación tradicionales, centros comerciales, concesiones de agua, minas y destinos turísticos. En este escenario, la mayoría de los mexicanos hemos sido reducidos a consumidores cautivos cuyos ingresos, por modestos que sean, acaban inevitablemente en manos de éste reducido grupo de privilegiados.
Según el Informe sobre la Riqueza Mundial elaborado por el banco suizo UBS, apenas 399 mil mexicanos —el 0.3% de la población— poseen fortunas superiores al millón de dólares. En conjunto, estos patrimonios alcanzan los 788 mil 571 millones de dólares, lo que equivale a casi la mitad del valor total de la economía nacional. Esto convierte a México en la décima economía más desigual del mundo.
Debe llegar el día en que esta estructura de desigualdad y sometimiento sea revertida. Ojalá continuemos con gobiernos con fortaleza y legitimidad necesarias para seguir construyendo un nuevo pacto social: uno que ponga al Estado al servicio del pueblo, y que cree instituciones públicas capaces de administrar, con honestidad, transparencia y justicia, los recursos generados por el pueblo de México. Recursos que deben traducirse en salud, educación, vivienda, cultura, esparcimiento y pensiones dignas para millones de familias mexicanas. No más ganancias obscenas para unos cuantos, mientras el pueblo trabajador apenas sobrevive.
Aspiramos a tener un sistema bancario regido por principios de equidad. Es urgente terminar con el agiotismo institucionalizado que, bajo la forma de comisiones y tasas de interés desproporcionadas, exprime los bolsillos de millones de ciudadanos. México necesita instituciones públicas que dejen de empobrecer a la gente y comiencen, por fin, a servirle.
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