El tablero sangrante de la BUAP, de osos, príncipes y fantasmas
Por Don Melchor
Cronista de calabozos académicos
y testigo de intrigas de cátedra
En este noble mes de abril, cuando el azahar perfuma los patios y el tedio se mezcla con el incienso de las elecciones venideras, el alma vieja de esta casa de estudios —la que algunos aún se atreven a llamar Benemérita— comienza a agitarse como doncella en vísperas de boda arreglada. Las aguas del Claustro se agitan, no por virtud sino por cálculo, y el murmullo que antes habitaba en pasillos oscuros, ahora se levanta como estruendo de tambores: se acerca la elección del nuevo rector o, en su caso, la reelección de la actual soberana.
¡Rediez! aún se respira el humo del reciente paro estudiantil —ese que duró más de un mes y nos enseñó que los jóvenes, cuando se cansan del decorado democrático, patean la tramoya—, pero en el subsuelo de las decisiones reales ya se están moviendo los peones, los alfiles y los reyes de terciopelo raído.
Comencemos, como es costumbre en toda corte veneciana que se respete, con los nombres del deseo. El primero, por supuesto, es la doctora Lilia Cedillo Ramírez, nuestra rectora en funciones, mujer de ciencia, madre de laboratorios y mártir institucional cuando de recibir los golpes se trata. Dama de andar silencioso y de sonrisa diplomática, ha sido usada como escudo por cortesanos que no soportan ni un rasguño a su imagen. Ella, nos dicen los voceros del equilibrio, estaría considerando su reelección. Pero su aura se ha desgastado: no por falta de méritos, sino por el hedor que emana de los que se refugian bajo su sombra.
En contraste, aparece José Manuel Alonso “El Oso”, ese caballero de sombrero vaquero y sonrisa de poste electoral, que llegó a recibir la entrega simbólica de instalaciones como si hubiese conducido las negociaciones él mismo. En realidad, llegó cuando el pastel ya estaba horneado, su figura, no obstante, crece: sus operadores han sido astutos, sus medios cómplices y su moral, bueno, digamos que es tan elástica como la licra de una clase de zumba.
No es coincidencia que los estudiantes en paro —ahora domesticados en aparente paz— hayan empezado a orbitar alrededor de su influencia. El brazo armado del secretario, como algunos les llaman en voz baja a sus esbirros, podrían convertirse en el instrumento para debilitar la voluntad de reelección de la rectora o para intimidar a otros aspirantes. El Oso juega a dos bandas: Los ataques digitales en las redes, si, de ida y vuelta, son armas que devoran el cogote. Sun Tzu y Maquiavelo lo mirarían con una ceja alzada y una copa en la mano.
Pero la historia no se limita a ese binomio. Entre los corredores de la Facultad de Filosofía, en bibliotecas húmedas y en seminarios llenos de desazón, otros nombres emergen como opción de contraste.
Está el elegante doctor César Cansino Ortiz, intelectual florentino por formación, filósofo por vocación y académico por convicción. Su figura tiene algo de Diógenes con doctorado doble: no busca poder, pero le fastidia ver que lo usen tan mal. Tiene simpatías entre los sectores críticos, aunque carece de operadores y guardaespaldas. Es una opción que podría ser vista con simpatía desde el Cerro. Su gran desventaja es la desmovilización política. Pero ojo: si hay guerra, las ideas a veces valen más que las espadas.
A su lado, se levanta el profesor Germán Sánchez Daza, economista de rostro sereno, con el respeto de estudiantes y profesores de su facultad. Su perfil encaja en la narrativa de “candidato desde abajo”, sin escándalos, sin padrinos visibles, y con autoridad moral. Pero la moral, en estos juegos, es a menudo un adorno más. Tiene fuerza en un terreno: su comunidad. Y en tiempos convulsos, eso puede bastar.
¿Y qué decir del fantasma que vuelve de cuando en cuando a recordarnos que el olvido es un acto político? Hablamos de Ricardo Paredes Solorio, eterno contendiente, doctor, exdirector de la Facultad de Administración y postulante en las elecciones de 2017 y 2021. Sus propuestas siempre giran en torno a transparencia, rendición de cuentas, empleabilidad de egresados… y aunque en las urnas no ha brillado, en el tablero aún respira, porque los sistemas autorreferenciales como la BUAP siempre dejan ventanas abiertas para las figuras del pasado.
Y sí, no podemos olvidar la joya mediática, el rumor sabrosón: Beatriz Gutiérrez Müller, la doctora en teoría literaria, esposa del expresidente López Obrador y profesora-investigadora del Instituto Ponchito (también conocido como ICSyH). Su nombre fue lanzado como cometa de fuego: nadie sabe si viene en serio o si solo fue un globo sonda. ¿Tiene apoyo? Sí. ¿Tiene estructura? No. ¿Quiere perder? Menos. Como figura simbólica, sirve para agitar el tablero. Como candidata, tiene más enemigos que votos.
Y mientras todos miran a los aspirantes, un nombre se repite entre murmullos con acento de traición: Jaime “El Chocorrol” Vázquez López, vicerrector de docencia, efímero héroe del paro, eficiente y ordenado, pero condenado a recibir dardos desde el piso 13. Lo acusaron de nepotismo, lo quemaron en redes, y sin embargo, aún camina. Como dice el proverbio de los monjes sabios: quien sobrevive a un linchamiento digital, está listo para gobernar.
El ajedrez de la BUAP no es nuevo. La lógica sigue siendo la misma: el poder no se gana en elecciones, se negocia en pasillos, se lava en medios, se disfraza en discursos y se protege con estudiantes. En este contexto, el que gane no será el más brillante, sino el que cometa menos errores estratégicos. Aquí no vence quien grita más fuerte, sino quien tiene las manos más limpias… o las más invisibles.
Siete aspirantes, hasta ahora. Que la guerra, la real, ¡Joder! apenas a comenzado, los actores, reales o fingidos, se preparan y hacen uso de recursos. Cartas, discursos, negociaciones, columnas, medios, redes, con nombres reales o fingidos, empiezan a desatarse. Hasta donde alcancen las relaciones, padrinazgos o billetes.
Al final, la enseñanza, como dejaría para la historia mi contemporáneo Agustín de Rojas Villandrando, dramaturgo del Siglo de Oro de mi Patria: No por mucho madrugar amanece más temprano … O sea, con calma y nos amanecemos, ¡Joder!
Autor
Redacción PH
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