Al Ing. Dorilián López Domínguez,
Querido hermano. In memoriam.

^{“Cuando un amigo se va,
queda un espacio vacío,
Alberto Cortés. Cantautor y poeta argentino.}

El novelista francés Teófilo Gautier escribió: “Nacer es comenzar a morir”. Esta afirmación encapsula la esencia de la vida y la muerte: un ciclo eterno representado por el Uróboro, que simboliza la unidad de todas las cosas materiales y espirituales, las cuales no desaparecen, sino que se transforman en un perpetuo ciclo de destrucción y creación.

La vida y la muerte son dos conceptos que han sido objeto de reflexión filosófica, científica y artística a lo largo de la historia. A lo largo de nuestra existencia, muchos nos hemos cuestionado: ¿Qué es la vida? ¿Por qué estamos aquí? ¿Cuál es nuestra misión? Al no poder responder a estas preguntas, nos sentimos como un barco sin rumbo en un vasto océano, sin conocer la embarcación, la ruta ni el destino.

No debemos preocuparnos por encontrar respuestas definitivas, pues estas mismas preguntas han sido planteadas por pensadores a lo largo de la historia, quienes han ofrecido diversas respuestas. Lo más importante es aprender a convivir en armonía en nuestra casa común, una tarea que, aunque parece simple, es sumamente compleja. Como dijo Martin Luther King: “Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces, pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos.”

Es difícil aceptar la pérdida de personas queridas con las que hemos compartido experiencias y emociones, quienes han sido compañeros esenciales en esta aventura llamada vida. El cuerpo físico que poseemos es un préstamo temporal, y surge la duda de si nuestra conciencia o pensamiento desaparecen con él o persisten en otro plano, esperando una posible reencarnación.

En realidad, nadie lo sabe con certeza, pues nadie ha regresado para contarlo. Lo único seguro es que nacemos, crecemos, nos desarrollamos, nos reproducimos y morimos. La muerte, en efecto, marca el final de la vida tal como la conocemos, envolviendo el misterio y el miedo.

Los seres humanos estamos indefensos ante la muerte. Nuestros esfuerzos más intensos por evitarla terminan en fracaso. Todos finalmente morimos. Es una realidad que vivimos y morimos simultáneamente desde el momento en que nacemos. El ciclo constante de nacimiento y muerte de nuestras células mantiene el equilibrio que da vida al cuerpo. Con el tiempo, este equilibrio se rompe y las células muertas superan a las nuevas, llevando al deterioro del cuerpo hasta el final de su misión.

La vida y la muerte se entrelazan en un continuo que define nuestra experiencia como seres humanos. En esta intersección, encontramos el verdadero significado de nuestra existencia y la esencia de nuestra humanidad.

Ningún ser humano puede escapar de este ciclo. Albert Einstein dijo: “Nuestra muerte no es un fin si podemos vivir en nuestros hijos y en la generación más joven. Ellos son nosotros; nuestros cuerpos son solo hojas marchitas en el árbol de la vida.”

En resumen, antes no estábamos, hoy estamos y mañana ya no estaremos. La hermosa aventura habrá llegado a su fin. Así ha sido y así será por los siglos de los siglos.