Por Claudia Morales B.

¿Han escuchado hablar de Macedonio Alcalá?. Don Macedonio Alcalá (1831-1869) Nacido en la ciudad de Oaxaca el 12 de Septiembre de 1831, fue el tercer hijo del Sr. D. Gabriel Alcalá y de su esposa Dña. Tomasa Antonia Prieto. La niñez del éste transcurriría en el plácido ambiente oaxaqueño y bien pronto se inició en la música asistiendo, juntamente con sus hermanos Nabor, Bernardino y Bernabé a una escuela que, por entonces, tenía establecida en esta ciudad el Profr. José Domingo Martínez.

No tardaron en ponerse en relieve las cualidades artísticas-musicales del alumno Macedonio quién llegó a tocar hábilmente el piano, la viola, el violonchelo, la flauta, el figle y, sobre todo, el violín, instrumento con el que deleitó a la generación de su tiempo, no sólo en los templos, sino también en los acostumbrados “gallos”, en los bailes y reuniones sociales.

El 30 de julio de 1854 Don Macedonio Alcalá, a los 23 años de edad, contrajo nupcias con Doña Petronila Palacios de 21 años, originaria de Yanhuitlán. “Tío Macedas” como le llamaban cariñosamente sus compañeros de arte y época estaba dotado de un temperamento nervioso y apasionado, sabía el secreto de imprimir a sus ejecuciones musicales toda su grandeza y dulzura de su alma. De sus producciones, pocas son las que han llegado a nuestros días por una apatía habitual de transportar el papel, los trozos que por lo general improvisaba.

El hecho siguiente lo comprueba: El entonces Cónsul de España, Don José Zorrilla, obsequiaba a la sociedad oaxaqueña un lúcido baile con motivo de algún triunfo de las armas españolas.

Habíase comprometido de antemano el Maestro Alcalá a componer una melodía especial; dedicada a la bandera de “rojo y gualda” que debía ser ejecutado precisamente a la hora en que la animación fuese más completa en los salones consulares. Llegó la noche del festival, así como el momento señalado; pasaba el tiempo y la orquesta sólo dejaba oír composiciones conocidas; se acerco el Sr. Zorrilla al maestro y le indicó que esperaba ver cumplidos sus deseos conforme a la promesa empeñada. ” En este momento complaceré a usted” respondió Don Macedonio sin inmutarse. ” Más sírvase dispensarme que no lo ejecute la orquesta, dado el caso que por mis ocupaciones no me fue dable hacer la instrumentación. Tocaré el violín y el Maestro Cosme Velásquez me acompañará en el piano. Gran impresión causaron estas palabras al Maestro Cosme Velásquez, porque sabía, como íntimo amigo que era de Don Macedonio, que este no había hecho nada. “Saldremos del compromiso” le dijo a media voz el negligente maestro. “Acompáñame en el piano: comenzaremos en Do mayor e irás modulando progresivamente los demás tonos hasta resolver en la misma tonalidad.” Dicho y hecho; el maestro hizo vibrar las cuerdas del violín y un hermoso vals dejó admirada a toda la concurrencia. Al terminar, cuando la ovación fue estrepitosa Don Macedonio decía al Maestro Velásquez estas palabras: “Malhaya sea lo que mañana pueda escribir de lo que hoy hemos tocado”.

Entre sus composiciones de las que hoy tenemos conocimiento (aunque no conocidas por todos) están “Marcha fúnebre”, “Sólo dios en los cielos”, “El Cohete” y “Ave María”. Esta última una obra para dos voces.

Mención aparte merece el célebre vals “Dios nunca muere”. Y precisamente de este hermoso vals es del que deseo hacer un comentario.

Hace muchos años acudí a una de las ciudades más bellas de este país, Oaxaca, por la tarde y después de comer acudí al zócalo, había un evento organizado por el Gobierno del Estado y la Casa de Cultura, varios artistas, algunos con pista y otros con guitarra interpretaban canciones de diversos autores mexicanos, instalaron un templete y algunas sillas plegables enfrente, después de un rato, toco el turno a una persona de alrededor de 65 años, el cual tenía un estilo muy especial, para cerrar su participación interpretó un maravilloso vals, los presentes al escucharlo empezaron a levantarse y de pie interpretaban al unísono esa canción, intrigada pregunté que porque la gente se levantaba, me respondieron que en Oaxaca dicha melodía es un himno, y que es tocada cuando algún familia fallece, regularmente en su sepelio, era impresionante escuchar la letra y música de dicho Vals y ver a toda esa gente de pie, me emocionó hasta las lágrimas. Desde ese día la hice mía y cuando muera deseo la toquen en señal de despedida, espero que tengan la oportunidad de escucharla, la hizo famosa Javier Solís, por lo pronto transcribo la letra:

Muere el sol en los montes
Con la luz que agoniza
Pues la vida en su prisa
Nos conduce a morir

Pero no importa saber
Que voy a tener el mismo final
Porque me queda el consuelo
Que Dios nunca morirá

Voy a dejar las cosas que amé
La tierra ideal que me vió nacer
Sé que después habré de gozar
La dicha y la paz
Que en Dios hallaré

Sé que la vida empieza
En donde se piensa
Que la realizada termina

Sé que Dios nunca muere
Y que se conmueve
Del que busca su beatitud

Sé que una nueva luz
Habrá de alcanzar nuestra soledad
Y que todo aquel que llega a morir
Empieza a vivir una eternidad

Muere el sol en los montes
Con la luz que agoniza
Pues la vida en su prisa
Nos conduce a morir

Espero sus comentarios a mi correo electrónico claudiamor_26@yahoo.com.mxy y en Twitter @claudiamor20