La moda es algo que ha apasionado a la humanidad desde hace miles de años, pero el concepto como tal empezó en el Renacimiento cuando surgió la profesión de los costureros, algunos estilos permanecen y se han convertido en clásicos, otros son pasajeros. Lo que es un hecho es que vestirse con lo que a cada quien le gusta da seguridad y confianza.

Durante siglo XIX, el cuerpo de la mujer se mostró oprimido por el corsé, queriendo emular la denominada silueta “reloj de arena”: la cual apretaba la cintura para potenciar los volúmenes superiores e inferiores. Afortunadamente, la lucha feminista terminó con esta moda poco saludable. No imaginó el dolor y molestia que sentirían las mujeres de esa época al usar el corsé todo el día, si cuando he utilizado una faja ha sido un martirio -confieso- que me la he quitado manejando, la satisfacción que da poder respirar no se compara con nada.

El culto a la juventud y la rebeldía motivaron el surgimiento de la reconocible estética flapper en los años 20s, esta moda era caracterizada por vestidos que marcaban discretamente el pecho y la cintura, adornados con cuentas de cristal, joyas o plumas, cabello corta y rodillas descubiertas, este look logró desafiar los ideales de belleza de la época. Otro hito de la década fue la introducción del “little black dress” de Coco Chanel. Anteriormente el negro era asociado a sirvientes o viudas y en la actualidad no puede faltar en el clóset de una mujer un vestido negro, queda con todo, solo cambiando accesorios y listo.

El crack de 1929 tuvo consecuencias en el mundo de la moda. Muchas clientas norteamericanas dejaron de acudir a las casas parisinas, ante la Gran Depresión, el cine era la mejor vía de escape. Bette Davis, Jean Harlow o Joan Crawford deslumbraban en la pantalla con sus glamurosos trajes. Los vestidos en seda cortados al bies, técnica popularizada por Madeleine Vionnet, marcaron época. No son mi hit, pero a ellas los lucían muy bien.

Una de las consecuencias menos predecibles de la Segunda Guerra Mundial fue la gran popularidad del traje de baño de dos piezas, ideado a causa del racionamiento de tejidos impulsado por el gobierno estadounidense a partir de 1943. En 1946, Jacques Heim diseñó un modelo de tiras que enseñaba el ombligo, al que denominó “bikini” en relación a una bomba nuclear estallada en el atolón de Bikini y precisamente la prenda cayó como una auténtica bomba sobre una sociedad aún reacia a ver el cuerpo tan descubierto. El bikini es de mis prendas favoritas, aunque por mucho tiempo no lo quise utilizar por inseguridades, hoy, admiro, acepto y quiero mi cuerpo, así que cuando voy a la playa no pierdo oportunidad de utilizar bikinis, mis favoritos son los que se amarran en las orillas de la cadera.

Para 1947, el “New Look” de Christian Dior definió la década de los 50. Tras la austeridad y las limitaciones de una época de guerra las mujeres soñaban con derroche de tejidos y faldas con vuelo. La moda de Dior dejaba atrás los oscuros tiempos pasados para devolver al armario femenino el glamour, lujo y belleza que la guerra le había arrebatado. En 1949 Dior cubría el 75% de toda la exportación de moda francesa. Este look es de mis favoritos, cinturas entalladas, faldas con vuelo, uso de guantes y sombrero, me parece muy sofisticado y elegante.

Y como dejar atrás el nacimiento de esta minúscula prenda que llegó a causar polémica, algunos se lo atribuyen al diseñador André Courréges, y otros a la británica Mary Quant. Lo que está claro es que representó a la perfección a una generación de espíritu reivindicativo y ansias de libertad. “Si no hacía las faldas lo bastante cortas,  las chicas de Chelsea, que tenían unas piernas maravillosas, sacarían las tijeras y las cortarían ellas mismas”, declaraba Quant al New York Times. Esta prenda es fantástica, creo que la altura ideal es arriba de la rodilla, hace lucir la pierna estilizada, ni muy gorda, ni muy flaca, aunque no la utilizo mucho porque normalmente ando para arriba y para abajo, corriendo, saltando y reconozco no ser muy femenina, es una excelente opción si quiero salir una noche y verme linda.

Durante la década de los 70s los vaqueros ensancharon las perneras, los tacones ganaron en grosor y los tejidos sintéticos inundaron las tiendas. Si en Nueva York el estilo disco marcaba las tendencias que posteriormente se pasearían por el legendario Studio 54, en Londres imperaba la estética punk liderada por Vivienne Westwood y Malcolm McLaren. Esta moda no es mi favorita pero en los jóvenes de esa época lucía bien,  reconozco que los zapatos de plataforma y tacones gruesos son mis favoritos, cómodos y me hacen sentir alta.

Aunque en los 80 –fruto de una intensa fiebre por el aerobic– se combinaban con calentadores, camisetas sin mangas, e incluso, con una cinta en el pelo. En la esfera laboral, el incremento de mujeres en puestos de responsabilidad trajo consigo nuevos códigos de vestimenta: el traje de falda y chaqueta con hombros anchos se convirtió en símbolo de estatus. Recuerdo perfecto esa moda, con hombreras y faldas entalladas, me parecía bonita, pero en retrospectiva, confieso que no lo era tanto.

Frente a la opulencia de décadas anteriores surgió una corriente que teñida de gris, blanco y negro apostaba por la sobriedad y  los básicos de calidad. Los diseñadores americanos – Marc Jacobs, Donna Karan, Ralph Lauren y Calvin Klein–, apoyados por Vogue, se consolidaron con fuerza. A medida que avanzaba la década, la explícita belleza de las top models fue siendo desplazada por modelos de aspecto andrógino y aniñado. Recuerdo perfecto que mis papás me compraron un traje estilo príncipe de gales, blanco con negro, me sentía soñada con él, me hacía una trenza francesa y estaba lista.

En el 2010 resaltaba una tendencia que, aunque las revistas se empeñen en condenar a muerte, se resistió temporada tras temporada: el pantalón pitillo. Vayas, donde vayas siempre te topas con alguno (o con unos cuantos). Otro estilo que ganó fuerza es el denominado athleisure, lo que viene siendo vestir con ropa deportiva no para ir al gimnasio sino para ser la más cool. “Ahora que hemos experimentado las alegrías de caminar todo el día en zapatillas, camiseta y sudaderas, y encima con estilo, ¿quién quiere renunciar?”, afirman en WhoWhatWear; desde luego suena convincente. A mi esta moda, nunca me gustó, me parece por supuesto muy cómoda pero fodonga, y nunca hay que perder el glamour (es broma).

Con todo lo que hemos vivido este año, estoy convencida que la mejor prenda que se puede tener es la actitud, una bella sonrisa y un espíritu vivo, ese no falla en ninguna época, espacio o tiempo.

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