21 de Septiembre de 2021
Semáforo amarillo
551 días de aislamiento (ahora parcial)
3ra oleada de pandemia
2da dosis de vacuna

Querida Gaby

Espero que te encuentres muy bien.Estas tan cerca de casa que escribirte parece absurdo, pero con el comienzo de la escuela se siente como si nos hubiésemos mudado a ciudades diferentes. ¿Cómo estás?

Nosotros nos estamos adaptando aún a la lenta vuelta a lo que parece que será la normalidad. El hijito está en el colegio, nosotros comenzamos nuevamente el trabajo en la oficina por tiempos limitados; con rutinas nuevas, que no son exactamente las que teníamos antes de la pandemia, pero dan un sentido de volver a lo que conocíamos. Fuera de las actividades escolares y laborales, seguimos en un aislamiento parcial bastante riguroso, especialmente porque ahora que conviven los niños en la escuela, a nuestra salud se le suma la responsabilidad de la salud de quienes comparten espacios en la escuela. 

Ahora que los pequeños van a la escuela, después de meses de discusión privada y pública sobre la urgencia o riesgo de hacerlo, empezamos a ver de manera tangible las deficiencias y necesidades que ha generado la pandemia, no sólo en las capacidades de aprendizaje, sino en las habilidades de socialización. Siendo que los niños se relacionan con otros de una manera totalmente diferente, las exigencias sobre ellos son enormes. Volvieron a clases a ambientes donde todos están enmascarados, no se pueden ver realmente las expresiones de las personas y, para comunicarse, hay que alzar la voz, pues no se ven las bocas y las palabras suenan distorsionadas. Nada de eso es muy natural.

Me parece, entonces, un logro enorme que hasta ahora haya sido exitosa la vuelta a las clases presenciales, con niños, maestros y padres que han tenido que adaptarse y ser muy disciplinados para lograr mantener la continuidad y no volver a interrumpir el ciclo escolar. No ha sido fácil ni perfecto, pero a tres semanas de haber comenzado, creo que podemos estar orgullosos de los pequeños y de los maestros, que están haciendo una labor titánica.

Así también, esta nueva etapa me hace pensar en las enormes demandas que ha habido a los padres durante la pandemia, a las familias en general, especialmente a las familias monoparentales o no ortodoxas, que han tenido que sacar fuerzas, recursos y hasta capacidades que quizás no habían ejercido jamas antes. Pienso en cómo nuestros hijos han sido los testigos de lo que los adultos han hecho para paliar la situación económica, enfrentarse a duelos inesperados, a los muchos problemas que se nos han presentado o, de lo contrario, el verlos ignorar la situación y comportarse como si los afectados fueran otros. El ejemplo que hayamos dado, creo yo, será el que veremos reflejado en el carácter de esta generación. Y cabe preguntar: ¿fuimos responsables?, ¿fuimos indulgentes?

Y si para nosotros ha sido difícil, no me puedo ni imaginar lo que es esto para las familias que se encuentran migrando en este momento, cargando con lo poco que han podido empacar y con los hijos de todas edades a cuestas, exponiéndose a miles de riesgos, que, por malos, parecen menores a las condiciones indecibles que dejan atrás. Lo que tienen que considerar unos padres, para tomar esa decisión, debe ser muy duro (¡lo peor!) y tendría que obligarnos a considerar un poco a quienes cuestionamos y aventamos en cara la necesidad de migrar y a quienes permitimos desplazarse sin chistar. Qué fácil es tirarle el peso de la inequidad a los más necesitados, a quienes reclamamos que se atrevan a cruzar nuestras fronteras en busca de … vida.

Y es que vivimos en un tiempo de movilidad. Si algo nos enseñó esta pandemia es que nos movemos por el mundo, todos nos movemos y dependemos de que los objetos que usamos y consumimos se muevan, con apoyo de personas, para que las tengamos a disposición. Estamos en constante contacto con muchas personas de diferentes lugares y en situaciones que no podemos controlar. Así que, cuando apareció la pandemia, hace más de año y medio, no podíamos creer que una enfermedad, que aparentemente provenía de China, nos alcanzara. Parecía extraño que ni siquiera el cierre de fronteras no nos garantizara estar exentos, porque las fronteras no son bardas entre un espacio y otro como nos las imaginamos.

Ahora es imperante que esas fronteras, las nuestras y de otros, se vuelvan permeables, para que las vacunas lleguen a todos, para que la gente llegue a lugar seguro, para que los pueblos tengan oportunidad de crecer y prosperar sin el yugo de los muros y los bloques sobre ellos.

Querida Gaby, pienso en lo mucho que aprecio los casi dos años que sólo tú y yo nos hemos frecuentado en nuestra burbujita de la sana distancia con el mundo. Me hace agradecer enormemente nuestra amistad, que desde la secundaria ha evolucionado y se ha transformado en una relación de apoyo mutuo y genuino cariño, no sólo entre nosotras, sino en nuestros hijitos. Me emociono de sólo pensar que quizás ellos también puedan ser amigos cuando crezcan.

Afuera mis amores siembran un árbol de mandarinas, están ya todos mugrosos y sudados llevando tierra de un lado al otro. Sembrar un arbolito es el final perfecto para este verano que se ha ido, dejándonos trombas y baches y tantos arcoíris.

Espero verte pronto.

Siempre
Bilhá

Twitter: @Clitemnistra


Periodista. Escribe sobre asuntos internacionales, crisis, conflicto y periodismo. Previamente corresponsal en Jerusalem.