Abel Pérez Rojas

I

“Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre…” fueron las últimas palabras antes de que el interruptor cruzara la línea entre la inactividad y el punto de acción.

Después todo fue luz.

II

Es increíble, “cada día, un adulto libera una media de tres kilovatios hora de energía, una cantidad que podría hacer funcionar un televisor LCD durante 30 horas”[1].

En otras palabras, somos una especie de fuente de energía ambulante, pero ¿cuánta electricidad soporta el ser humano?

La respuesta salta inmediatamente con una simple consulta a Google: “una persona puede resistir desde 220 a 250 voltios cuando la corriente continua no sea inferior a los 16 miliamperios[2]“.

Los datos ahí están, la duda limita con el morbo: ¿en qué momento la sangre hierve y se evapora?

III

Era un domingo cualquiera.

Ciertamente había nubes amenazantes de lluvia, pero nada que presagiara lo que sucedería poco después.

Una tormenta irrumpió sin previo aviso. Quizá supieron primero las aves que dejaron vacío el espacio aéreo.

Un estruendo que más pareció un rugido en formato de rayo cayó sin misericordia sobre aquel desgraciado.

El olor a carne carbonizada fue inmediato, aroma que a más de un jugador de las dos oncenas les provocó vómito.

No se trató de una tormenta cualquiera, fue un temporal eléctrico súbito.

IV

Desde aquel día de lo sucedido en los campos de futbol de La Meseta, sus amigos dejaron de llamarle Ernesto y empezaron a decirle el Resucitado, el hombre que sobrevivió a un rayo.

El Resucitado —a fin de cuentas haciéndole honor a su nombre—, libró la muerte varias veces, como aquella vez que intentaron darle el tiro de gracia después de tres heridas en diferentes partes del cuerpo, pero la 357 smith se trabó y el sicario tuvo que dejar inconclusa su tarea.

V

“Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre…”.

La sangre entró en proceso de ebullición, la silla eléctrica funcionó muy bien como en las cincuenta ejecuciones anteriores.

Ernesto dejó de ser el Resucitado.

VI

Las leyes de la física aplican por igual en todas partes, entonces, ¿por qué no habrían de funcionar en México las mismas que en Carolina del Sur?

Claro que las posibles excepciones son los nichos que nutren los relatos de ciencia ficción, las creencias populares y las pseudociencias.

Si las leyes de la ciencia no fueran estrictas la realidad que conocemos perdería certeza.

Matrix caería convertida en mil pedazos.

El mundo vuelto de cabeza.

VII

Aquí juran que han visto al Resucitado, específicamente dicen que “oficia” en Catemaco, la tierra de los brujos.

Hay quien sostiene que fue a consultarle y que le despojó de una rara enfermedad que ningún médico le había sanado.

Otros afirman que se volvió una especie de chamán ermitaño que de vez en cuando baja a las orillas de la laguna para surtirse de víveres y vuelve a desaparecer.

Él lo niega, siempre lo niega, dice que el aroma nauseabundo que despide su cuerpo es por los enfrentamientos que tiene en la soledad con fuerzas oscuras.

Se carcajea cuando le dicen el Resucitado.

Ya sea en público o en privado, él prefiere que le digan Ernesto.


[1] Cuando el cuerpo humano se convierte en una central eléctrica. Jori, Luigi. 28 abril 2021. En: https://bit.ly/49QOEX3

[2] Álvaro Prieto pudo morir tras una descarga eléctrica: ¿Cuántos voltios puede soportar el cuerpo humano? Telecinco. 17/10/2023. En: https://bit.ly/3TjydfI

Abel Pérez Rojas (abelpr5@hotmail.com) es escritor y educador permanente. Dirige Sabersinfin.com