Los enfrentamientos armados entre cárteles de la droga obligaron a unas 700 personas a huir de poblados rurales en Michoacán, denunciaron activistas y un sacerdote local.

El párroco Jorge Armando Vázquez dijo que decenas de personas duermen en la iglesia del poblado de El Rosario, en el municipio de Apatzingán. Otros cientos se refugiaron con familias de la zona después de que el martes se vieran obligados a abandonar sus hogares tras varias horas de enfrentamientos.

El tiroteo inició a la media noche y en cuanto salió el sol la mayoría emprendió su huida hacia El Rosario. Muchos procedían de pueblos situados a 25 ó 35 kilómetros de distancia.

Los residentes huyeron de los poblados agrícolas a lo largo del río Grande de Michoacán después de que las balas alcanzaran sus hogares.

“Hay una serie de conflictos, enfrentamientos armados. Por la zona del enfrentamiento, pues muchas casas quedaron baleadas, agujereadas por los impactos de bala”, dijo Eduardo Pérez, activista del Observatorio de Seguridad Humana de Michoacán.

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El grupo cívico también enfatizó que dos tercios de los pobladores desplazados son niños o jóvenes menores de 18 años.

La violencia es resultado de una larga guerra entre el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y bandas locales por el control de la zona. Los choques violentos no habían llegado tan cerca de Apatzingán, centro regional de producción de limas, ganado y otros productos.

El río Grande solía marcar las divisiones territoriales entre el Cártel de Jalisco y las bandas locales conocidas como los Viagras, los Cárteles Unidos o los Caballeros Templarios.

Vázquez dijo que más que colchones o alimentos, que hasta ahora han sido donados por residentes locales, lo que requieren es que se cumpla la ley para poder regresar a sus casas.

“Es la cuestión de seguridad (…) hoy ya no se puede volver”, afirmó el sacerdote.

Aunque hay un cuartel de la Guardia Nacional en El Rosario, donde se refugiaron los pobladores desplazados, Vázquez dijo que han hecho poco. “Ellos dicen que mientras no tengan orden de salir, ninguna indicación, no salen”.

Las guerras territoriales de los cárteles de la droga en Michoacán llegaron a tal punto en 2021 que Jalisco Nueva Generación y sus oponentes recurrieron a drones de uso civil para lanzar artefactos explosivos, rifles de francotiradores, trincheras, vehículos con blindaje casero e improvisados artefactos explosivos en sus batallas campales.

El Ejército mexicano tuvo que enviar equipos para retirar las minas en una zona al oeste de Apatzingán. Las autoridades incluso afirmaron que la situación se había calmado tras la intervención del Ejército en 2022, pero es evidente que el conflicto no ha desaparecido.