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12 septiembre, 2018

redaccionph

Que Dios nos agarre confesados

Ya no es necesario hablar de lo obvio, ellos ya no solo viven y venden aquí, sino también ordeñan aquí.

Ya no es un terreno de cultivo a la mitad de la nada, ya no es la fotografía tomada a 10 kilómetros en la que se observa la densa cortina de humo o las llamaradas de fuego de 20 metros de alto.

Sucedió al norponiente de la ciudad, durante la madrugada y en un terreno baldío.

Fue el sentido común de la gente lo que la salvó, no así las autoridades que a pesar de su gran esfuerzo, se vieron rebasados.

La orden era evacuar ¿y a dónde mandas 1800 familias?, ¿cómo mueves a 1800 familias?, ¿cómo fue que una toma que ya había sido localizada volvió a abrirse?, ¿por qué pasaron más de cinco horas para que el personal de Seguridad Física de Pemex llegara?

La ciudad de Puebla no está preparada para lo que viene.

Que Dios nos agarre confesados.

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