De libros y más

 

Permítame que me tome la libertad de preguntarle cómo se las arregla para vivir sin libros.

Emily Brontë, Cumbres borrascosas.

Eliza Acton era poeta. Para escándalo de sus allegados había publicado sus escritos firmándolos con su propio nombre, no había usado la decorosa opción de ocultarse bajo el clásico seudónimo de “Una señora”, o bien, dejarlos al anonimato. No, ella quería que sus poemas reflejaran los pensamientos y sentimientos de la persona que los escribía y no estaba dispuesta a negar su autoría; el único problema es que Eliza, había nacido en Inglaterra durante el último año del siglo XVIII, y para la época en que decidió publicar sus poemas, su familia pasaba por una crisis financiera y el único medio que tenía para recuperar su posición social era lograr un buen matrimonio; sin embargo, la señorita Eliza parecía destinada a la soltería, tenía vocación de escritora y además guardaba celosamente un secreto.

La escritora Annabel Abbs, en su novela El libro de cocina de la señorita Eliza, relata cómo Eliza Acton, en su intento de seguir publicando poemas, se convirtió en la autora de un recetario que revolucionó el mundo de la cocina y cuyo nombre, hasta la fecha, es reconocido en el medio de la gastronomía. Con una encantadora y ligera narrativa, la autora, nos traslada hasta una Inglaterra victoriana que se encuentra en pleno desarrollo y que, debido a la expansión territorial, se nutre de nuevos y variados ingredientes que revolucionan su gastronomía, pero que se encuentra inmersa en unas rígidas normas sociales cuyo quebrantamiento tiene un precio muy alto.

«Uno de los críticos de mi primer poemario lo calificó de «pulcro y elegante» y «lejanas pérgolas de azul» también me lo parece. Pero ¿qué opinará Thomas Longman, editor de ilustres poetas?

[…]

Váyase a casa y escríbame un libro de cocina; quizá entonces lleguemos a un acuerdo. Que tenga un buen día, señorita Acton —remata, dejando caer las manos sobre los escombros de su escritorio. Por un instante pienso que anda a la caza de mis poemas, pero luego me señala la puerta.

 —Yo no … no sé cocinar —respondo sin convicción, acercándome como una sonámbula a la puerta.

En mi cabeza solo hay sitio para la decepción. Todo el arrojo se ha evaporado.

—Si sabe escribir poemas, sabrá escribir recetas. —Da un golpecito en la esfera de cristal de su reloj de bolsillo y se lo lleva a la oreja con un gruñido de irritación—. Este calor infernal me ha hecho perder un tiempo muy valioso. ¡Que tenga un buen día!».

La historia de Eliza Acton demuestra la importancia de aprovechar las circunstancias sin dejarse vencer por su peso, ya que cuando esta extraordinaria mujer, se vio obligada a cambiar la poesía por las recetas de cocina, descubrió que tenía un gran talento culinario y que nunca lo hubiera conocido si su situación social no se hubiera modificado; hay que recordar que durante la época victoriana, las mujeres de posición social elevada, difícilmente se acercaban a una cocina, porque esas labores estaban destinadas al servicio doméstico; y, precisamente, debido a esta polarización social, surge en esta historia Ann Kirby, una joven mujer que comparte las habilidades para la cocina con Eliza, y que, a pesar de prestar sus servicios para la familia Acton, se convierte en su confidente y apoyo incondicional.

El libro de cocina de la señorita Eliza, es una agradable novela que entreteje amistad, superación, inventiva y fortaleza, que, indudablemente, hará que los lectores pasen muy buenos momentos y aunque no es un libro de cocina, les comparto la famosa receta de natillas de chocolate, escrita por Eliza Acton, por si acaso alguien se anima a incursionar en la repostería y desea acompañar la lectura con este delicioso platillo.

Por cierto, y como dato final antes de pasar al postre, Eliza siguió escribiendo y firmando con su nombre.

 

«Natillas de chocolate

Junto al fuego, disuelva poco a poco setenta y cinco gramos de un buen chocolate en algo más de una copa de agua y hiérvalo hasta que quede cremoso. Mézclelo con medio litro de leche bien aromatizada con cáscara de limón o vainilla, añada sesenta gramos de azúcar fino y, cuando empiece a hervir, incorpore cinco huevos bien batidos y colados previamente. Ponga las natillas en un frasco o una jarra, métalo en un cazo de agua hirviendo y bátalo sin parar hasta que espese. No vierta las natillas en vasos ni en ningún recipiente hasta que estén frías o al menos muy templadas. Estas natillas, como todas las demás, quedan infinitamente más deliciosas si se hacen solo con las yemas de los huevos, de los que, en ese caso, habría que aumentar la cantidad.

75 g de chocolate rallado; 1 copa grande de agua y 5-8 min. ½ l de leche fresca; 5 huevos; 60 g de azúcar.

O: 60 g de chocolate; 125 ml de agua; ½ l de leche fresca; 75-90 g de azúcar; ¼ de l de nata; 8 yemas de huevo».

 

Adriana Hernández Morales

 

Título: El libro de cocina de la señorita Eliza

Autora: Annabel Abbs

Editorial: Planeta

(También disponible en formato electrónico).

Mi correo: adrianahernandez1924@gmail.com


Adriana Hernández, es miembro del Club Nacional de Lectura Las Aureolas, club fundado por Alejandro Aura en 1995. Es además una mujer comprometida con las causas sociales, abogada de profesión y lectora por vocación.