Se encontraron en el vestíbulo del Hotel Palace en Madrid. La tía Celia estaba pidiendo las llaves de su cuarto y lo sintió a sus espaldas. Algo había en el aire cuando él lo cortaba y eso no se olvida en quince años.
Oyó su voz como traída por un caracol de mar. Tuvo miedo.
-¿Quién investiga en tus ojos? – dijo rozándole los hombros. Y ella volvió a sentir el escalofrío que a los veinte años la había empujado hacia
él.

Gracias, Ángeles Mastretta, por haber escrito Mujeres de ojos grandes; gracias, por retratarnos a todas; gracias, por expresar lo que sentimos, lo que vivimos, lo que hacemos y lo que pensamos las mujeres comunes, las complicadas, las engañadas, las correspondidas, las enamoradas, las extraviadas, las encontradas, las apasionadas, las indiferentes, las casadas sin marido, las solteras con esposo, las que se fueron, las que se quedaron, en fin, las que somos.

Mujeres de ojos grandes, es un bellísimo libro que reúne una serie de historias con las que todos nos podemos identificar, ya sea que nos reconozcamos como  protagonistas de uno o varios relatos, o que encontremos en sus páginas a nuestras hijas, tías, madres, hermanas, abuelas o amigas; porque aunque todas las historias son distintas, se entrelazan al referirse a mujeres que, a pesar de sus circunstancias, han optado por ser libres, afrontando con satisfacción las consecuencias de sus decisiones.

Hay quienes no pueden estar quietos ni un momento, y es que a veces se enciman las fantasías y no hay más remedio que moverse para que no se noten tanto en la cara; al menos así le pasaba a la tía Mónica:

La tía Mónica quería que en Puebla lloviera como en Tabasco, quería que las noches fueran más largas y más accidentadas, quería meterse al mar de madrugada y beberse los rayos de la luna como si fueran té de manzanilla. Quería dormir una noche en el Palace de Madrid y bañarse sin brasier en la fuente de Trevi o de perdida en la de San Miguel.

Han pasado treinta años desde que Mujeres de ojos grandes fue publicado, pero sus relatos son atemporales; pertenecen a cualquier lugar y época, porque Ángeles Mastretta, con su hermosa narrativa, nos hace recorrer  las vidas de muchas mujeres, llegando a lo más profundo de sus sentimientos, de sus ideas y de sus aspiraciones; resultando imposible permanecer como un lector contemplativo, ya que este libro tiene la magia de hacernos mirar nuestra propia historia, y al mismo tiempo,  la de tantas mujeres de ojos grandes que conocemos.

Era tan sabia que ningún hombre quería meterse con ella, por más que tuviera los ojos de miel y una boca brillante, por más que su cuerpo acariciara la imaginación despertando las ganas de mirarlo desnudo, por más que fuera hermosa como la virgen del Rosario. Daba temor quererla porque algo había en su inteligencia que sugería siempre un desprecio por el sexo opuesto y sus confusiones.

Dice Ángeles Mastretta, que así era la tía Daniela, hasta que se enamoró; entonces se olvidó del latín, la lógica y hasta de Góngora y Sor Juana. Cuenta que se entregó a un hombre que nada sabía de sus libros, ni comprendía los poemas con los que ella intentaba explicarle su amor; y que un día, así como había llegado, se fue sin despedir.

Seguramente, hay muchas mujeres que son fieles como la tía Valeria, – habrá que saber cómo le hace-, o benditas y pecadoras, como la tía Verónica; probablemente, alguna ha sido besada por culpa de la luna, como la tía Inés; otras tienen ombligos perfectos, como la tía Leonor; una que otra, tendrá amante, pero pocas tienen uno con las maneras suaves y los ojos férreos, como el de la tía Teresa; están las que compran quesos en Chipilo, -sus razones tendrán-, como la tía Mariana;  y muchas abuelas se estremecen con un recuerdo, como Paulina Traslosheros. Yo solo espero, que todas se den la oportunidad de pasar alguna tarde en una despensa con olor a especias y nuez, y que al salir, tengan orégano en los cabellos y sonrían sin dar explicaciones; como la tía Clemencia.

Adriana Hernández Morales

Título: Mujeres de ojos grandes
Autora: Ángeles Mastretta
Editorial: Seix Barral
Año de publicación: 1990
(También disponible en formato electrónico)

Mi correo: adrianahernandez1924@gmail.com


Adriana Hernández, es miembro del Club Nacional de Lectura Las Aureolas, club fundado por Alejandro Aura en 1995. Es además una mujer comprometida con las causas sociales, abogada de profesión y lectora por vocación.