Sábado, diciembre 28, 2024

20 abril, 2020

Redacción PH

México: La disputa por la reactivación II

A la memoria de mi maestro
Víctor Espíndola Cabrera,

V
Nadie ha reparado lo suficiente en un dato sutil pero de la mayor importancia, la cita textual a un discurso de Franklin Delano Roosevelt, a quién López Obrador considera el mejor presidente de Estados Unidos de América. “El interés propio y egoísta suponía una mala moral, ahora sabemos también, era una mala economía”. Corrección, sí hubo quien se ocupó de la cita, para decir que mejor hubiera utilizado alguna de Morelos o de Matías Romero (como si alguno de estos próceres nacionales hubiesen estado al frente de una disyuntiva sobre el estilo de la reactivación). Cuestión de enfoques, cada quien sus citas.
López Obrador está proponiendo en esta cita su visón y las características que debe tener la respuesta al problema económico. Roosevelt fue el presidente de Estados Unidos en 1929, los tiempos de la Gran Recesión. El New Deal; es decir, la receta que sacó a esa nación de la crisis (y también a Alemania, Inglaterra, Francia y Japón) fue la puesta en práctica de la política de pleno empleo, propuesta teóricamente por el genial economista de la escuela de Cambridge, John Maynard Keynes. Se resume esa política en una intervención enérgica del Estado para crear empleos y subsidiar a los más vulnerables ante la crisis, lo que se concibió como la primera ruptura teórica y práctica con la política de los economistas políticos clásicos del laissez faire, laissez passer (dejar hacer, dejar pasar), propuesta primero por los fisiócratas franceses y consumada magistralmente por Adam Smith y su teoría de ‘la mano invisible’. Cuando alguien dudó de las posibilidades objetivas de poder crear tantos empleos productivos como los que necesitaba la destrozada economía mundial, Keynes propuso la medida: “si es necesario contratar un ejército de obreros para solamente hacer pozos en el suelo, habrá que contratarlos y a otro ejército igual de grande para que los vaya tapando”.
Estados Unidos y el mundo salieron de la crisis y las medidas de corte keynesiano obtuvieron un merecido prestigio. En Estados Unidos se prolongaron en el seguro del desempleo, la seguridad social y la asistencia médica casi universal. Lo que desde entonces se llamó la política del Welfare State (Estado del Bienestar).

VI
Una década después de la gran recesión, el Estado mexicano tuvo una propuesta propia para resolver su crisis. La reconversión aquí fue más profunda que en Estados Unidos porque esas medidas coincidieron con la vigencia de un discurso revolucionario del Estado mexicano surgido de la revolución. El cardenismo fue el desenlace histórico más importante del programa social de la revolución mexicana y dirigió la más profunda, eficaz y rápida reconversión de la sociedad y la economía mexicanas.
La variable estratégica de la propuesta cardenista fue la Reforma Agraria.
El reparto masivo de tierras a comuneros, ejidatarios y pequeños propietarios trajo como consecuencia la liberación de una gran masa de fuerza de trabajo que tuvo que emigrar a las ciudades cuando no alcanzaron dotación de tierras. De esta forma, se proveyó a la naciente industria mexicana de una masa de trabajadores que formaron los primeros contingentes de obreros mexicanos, que además no tenían tradiciones de luchas proletarias y, al venir del campo, portaban todavía la visión y los valores de obediencia, nobleza y sumisión propios del mundo rural. Esa nueva mano de obra (barata además, por la protección que aquel Estado brindó siempre a los contingentes obreros, dotándolos de escuelas y servicios gratuitos), constituyó al mismo tiempo el primer gran mercado interno para los productos manufactureros mexicanos (calzado, vestido, alimento, bebidas y tabaco). Los primeros años de la reforma agraria el campo disparó su producción, que no sólo abasteció el mercado interno, sino que generó excedentes para la exportación que financiaron las importaciones de insumos y bienes de capital de la industria mexicana. Desde el Cardenismo (1940) hasta 1970, el campo mexicano pudo cumplir cabalmente su papel en subsidiar la industrialización mexicana y, con ello, ser la palanca del crecimiento urbano en el país.
La Reforma Agraria fue la variable estratégica, pero alrededor de esa política se construyó un estado del bienestar que incluyó la educación gratuita para hijos de obreros y campesinos, mediante un sistema educativo formado por las escuelas normales rurales y coronado en la cúspide por el Instituto Politécnico Nacional. La vigorosa participación del Estado en la economía, la expropiación petrolera para orientar una política de energéticos baratos y mantener la soberanía nacional en una industria estratégica, el derecho laboral como derecho de protección social, la seguridad social, la política de vivienda para los trabajadores y de créditos blandos, entre otras, constituyeron las medidas que dieron contenido al nuevo acuerdo social mexicano surgido del movimiento armado de 1910. Ese acuerdo social fue el que desmanteló el neoliberalismo que a partir de 1982, con cuando menos dos fraudes electorales, dirigió indisputadamente la política económica.

VII
La pobreza fue un problema que supo detectar el neoliberalismo en sus primeros momentos de avance. Incluso hubo un coloquio internacional sobre el tema donde se reconoció que las políticas de ajuste estructural que imponía el FMI para otorgar préstamos estaban creando un número indeseable de pobres; aunque lo catalogaron como un daño colateral no deseado y que podría revertirse pronto. La verdad es que la pobreza se profundizaba sin vías de solución y que incluso las políticas fiscales y macroeconómicas ya representaban un grave resquebrajamiento en sí mismas, las recetas en lugar de curar al enfermo lo empeoraban.
Fue ese diagnóstico autocrítico del FMI lo que motivó un foro con los más grandes pensadores del mundo, en el que se discutieron lo que se llamó “Los obstáculos estructurales del desarrollo en las economías emergentes”, que dio como resultado un libro con agudos ensayos de pensadores liberales de derecha de indudable solvencia, como Mario Vargas Llosa y Octavio Paz.

El economista indio Amartya Sen realizó estudios y llegó a la conclusión de que la pobreza era un problema insoluble en el corto y mediano plazo. De uno de sus estudios más famosos se desprendió una conclusión que marcó el principio del declive teórico del modelo neoliberal; “Dentro de treinta años, los descendientes del veinte por ciento más pobre del mundo seguirán igual de pobres”. A esa afirmación siguió otra igual de importante que le daba continuidad: “Si la vamos a tener con nosotros durante mucho tiempo, es mejor convivir con ella de la mejor manera y buscar otros indicadores de bienestar”. Sen continuó realizando investigaciones que a partir de entonces no sólo tomaban en cuenta la pobreza. En uno de sus trabajos más famosos censó y estudió a tres sociedades industrializadas (Estados Unidos, Japón e Italia) y comparó sus índices de bienestar con los obtenidos en tres tribus, una de Sudáfrica, una de Perú y la tribu Cora, del estado mexicano de Nayarit.
De las conclusiones de ese trabajo Amartya Sen obtuvo sus famosos ‘indicadores de felicidad’. Los resultados del estudio indicaban que en las tribus estudiadas las personas eran más felices, vivían muchos años y permanecían las familias integradas. De ese trabajo surgieron los indicadores acerca de la espiritualidad y felicidad humanas. En el año 1998 Amartya Sen fue galardonado con el premio Nobel de Economía.
Casi paralela a la investigación sobre los indicadores de felicidad, dos economistas norteamericanos (James Heckman y Daniel McFadden) estudiaron y crearon la posibilidad de tener bancos para pobres. Dichas investigaciones hicieron suyas las premisas de Sen de que la pobreza era un problema imposible de solucionar en el corto plazo. En el año 2000, los economistas que propusieron la implantación de bancos para pobres obtuvieron la misma condecoración por diseñar métodos para comprender los comportamientos económicos de las economías familiares y los individuos, así como su correlato práctico: la creación exitosa de sus bancos para pobres (los primeros de ellos instalados en Sudáfrica). El éxito del andamiaje teórico propuesto por Amartya Sen se refleja en el hecho de que la ONU y otras organizaciones adoptaron sin matices las categorías analíticas por él inventadas, como es el caso de las tres dimensiones de la pobreza (de ingreso, de patrimonio y de servicios). De esta manera se llegó al consenso teórico de que se avanzaba en un nuevo tipo de economía a la que se llamó “Economía Moral”, los indicadores que la miden en forma preferente son los índices de felicidad o bienestar.
Hagamos aquí una aclaración necesaria: hay un gobernante latinoamericano que utiliza los conceptos Economía Moral y los indicadores de felicidad, cuyas propuestas ha ampliado en sus libros. ¿Qué recibe a cambio? Expresiones de burla e intolerancia de gente que no conoce la elaboración de teorías pero que tiene acceso total a las redes para exhibir sus miserias morales y su desprecio clasista por los humanos que estudian, se organizan y luchan para tratar de hacer un mundo diferente, más justo y solidario, más habitable y feliz.

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