Por Ruby Soriano

En las entrañas del poder siempre se gestan los grandes excesos que aniquilan la razón de hombres, embriagados por el placer puro de someter.

Nadie, ni los santones del PAN están exentos de caer en las bajas pasiones y abusos que tiznan sus blanquizcas etiquetas de hombres de familia.

Alguna maldición lujuriosa cayó sobre el Charlie Hall poblano, donde en menos de 2 meses, han salido por la puerta de atrás, dos empleados municipales que a la menor provocación rezaban el rosario.

A estos personajes se les olvidó que el acoso y la violencia de género son delitos que derriban a políticos, candidatos y toda clase de funcionarios.

Es grave lo ocurrido al interior del Ayuntamiento de Eduardo Rivera Pérez, donde las víctimas de los ex funcionarios en cuestión, son jóvenes que se atrevieron a denunciar y evidenciar a dos personajes ubicados en la burbuja riverista.

Cuánta hipocresía se anida en las administraciones panistas, cuya bandera es la “familia” y las lecciones de valores que no son tales, más que un tinglado para difuminar la realidad de excesos.

Las jóvenes agraviadas en los dos casos hicieron frente al llamado para guardar silencio, negociar y evitar que el escándalo se hiciera público a cambio del corte de cabezas de los involucrados, como finalmente se hizo.

¿Qué más estará intentando ocultarle a los poblanos Eduardo Rivera Pérez?

¿Los negocios, las licitaciones, los contratos, las mordidas?

Los acosadores (cercanísimos al edil) se fueron dejando rastro y la evidencia de todo lo que ocurre detrás de las gruesas paredes de un palacio municipal, donde el poder desata el hedor de las alcantarillas citadinas.

La pregunta es: ¿Cuántos abusadores más están protegidos por el actual Ayuntamiento de Puebla?

Son varias las versiones que circulan en torno a los problemas de alcoholismo y excesos que presentan algunos funcionarios y asesores de primer nivel.

Vaya ambiente de festín municipal, donde las jóvenes becarias corren el riesgo de ser presas de los bajos instintos de algunos de estos personajes que se escudan en una familia que vulneran a la primera provocación.

El acoso desde el ejercicio del poder debe ser visibilizado y denunciado. No basta con despedir responsables y acallar el escándalo para frenar denuncias e investigaciones.

Celebro el valor de las jóvenes agraviadas quienes se atrevieron a denunciar e ir contra dos personajes santones que fueron rebasados por sus ansias de poder.

Ojalá estos personajes realmente hayan salido de la nómina municipal y no sólo ocupen el disfraz del despido como un escarmiento temporal, mientras alguno de sus familiares ingresó a la nómina de aviadores municipales para seguir cobrando.

Estos escándalos de acoso le pegan duramente a una figura como la de Eduardo Rivera quien junto con Alejandro Armenta Mier comparten una vieja maldición política: Ninguno de los dos llegarán a gobernar el Estado de Puebla.

Las cartas están echadas.

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