Por Ruby Soriano

Corren tiempos donde la palabra tan temida entre las estructuras de los partidos políticos es la llamada democracia.

Los partidos empujan, simulan y consienten lo que les venga bien, aunque ello no vaya en la línea de sus propios principios.

En Puebla el panismo descafeinado y liderado por Augusta Díaz de Rivera vive de las etapas más grises que se le recuerden a dicho partido.

La desbandada de ediles que abiertamente operan para Morena y los dobleces de más militantes que empiezan a sonreírle de lejitos a los aspirantes morenistas a la gubernatura, exponen a un panismo hundido en el retroceso y más ocupado en la operación de los negocios de la cofradía yunquista que hoy se sirve de los recursos hacinados en las arcas municipales.

Los panistas saben desde este momento que tienen perdidas la gubernatura y en altísimo riesgo, la capital poblana, frente a los resultados tan mediocres, donde su mesías local (Eduardo Rivera) se empeña en vivir de sus viejas glorias, sin asumir la realidad de ser visto por los poblanos, como un alcalde que llegó para hacer buenos y jugosos negocios desde el Charlie Hall.

Los grupos y escisiones panistas se mueven sin rumbo y articulados por intereses muy personales de sus protagonistas que a la menor provocación se acercan a negociar con el gobierno estatal o entablan puentes con Nacho Mier y Alejandro Armenta a través de los esquiroles que hoy se filtran como peones del ex panista Fernando Manzanilla.

Puebla hoy no tiene una oposición panista que puede refrendar esa vocación de capital azul que durante décadas y a veces por tradición se le tildó a la Angelópolis.

Hoy quienes se mueven en la burbuja del panismo local, son propiamente mercaderes o bien personeros de un edil que está pactando esos negocios que dejarán huella después del cierre del trienio.

Morena tiene sometido al panismo poblano que con una mediocridad latente apenas si balbucea la crítica y mejor ya no hablemos de denuncias, pues en esto último, Augusta y Marcos Castro están más preocupados por recibir las mesadas municipales que por operar como una verdadera dupla que deje su espíritu guiñol, para actuar con autonomía.

La democracia panista en Puebla hoy se llama negociar, pero no política, sino concesiones, licitaciones, prebendas, y todo lo que se contraponga a la transparencia, pues parecen tener claro que mejor se aplican en aterrizar el mercantilismo para aprovechar al máximo los meses que le quedan a un riverismo que nos resultó altamente “negociante”.

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