Fina estampa, caballero,
caballero de fina estampa.
Chabuca Granda

El año veinte de este siglo, marcará un antes y un después en la Historia. Durante los meses más aciagos del confinamiento y mientras la mayoría tuvimos que quedarnos refugiados en las casas, las horas perdieron su significado y el mundo se detuvo; parecía que hasta la Tierra hubiera olvidado su tradicional rotación y todos tuvimos que aprender a jugar el nuevo papel que nos correspondía, que en muchos casos, consistió en estorbar lo menos posible. Pero los grandes artistas no pueden quedarse cruzados de brazos, así que, en medio del extraño silencio, ocurrió un fenómeno literario que a manera del faro que centellea en medio de la tormenta, proporcionó uno de los dones más apreciados por todo ser humano: la certeza.

Entre marzo y finales de mayo de este año, el escritor Jorge F. Hernández, publicó diariamente y en diversos medios electrónicos un cuentínimo. Los cuentínimos, son microficciones, llamados así por el propio Jorge, en homenaje a los poemínimos de Efraín Huerta. Pues bien, esos relatos, que inicialmente fueron acompañados de las ilustraciones del mismo Jorge F., después fueron animados por los trazos del dibujante argentino, Miguel Repiso, REP. El resultado fue extraordinario, no solo por su valor literario, sino porque -probablemente sin proponérselo-, los cuentínimos se convirtieron en un punto de encuentro para los lectores. En un mundo totalmente trastocado, su diaria publicación nos regaló estabilidad, la certeza de encontrarlos a diario tranquilizaba, algo muy apreciado en momentos en los que la vida quedó desdibujada. ¿Los temas?, variadísimos, muchos de los relatos son homenajes a otros escritores, pero algunos son historias cotidianas y una que otra reflexión.

En su libro “El álgebra del Misterio”, Jorge F., se refiere a su afición a los cuentínimos:

«Creo que la explicación atañe a toda la literatura en general, pero si tuviera que justificar con mayor precisión esta afición a los cuentínimos, a los relatos fugaces e instantáneos que presento a continuación, me remito al larguísimo y muy discutido cuento de Augusto Monterroso, titulado “El dinosaurio” y a los “Intermedios” de Álvaro Mutis, donde el poeta se valió de la prosa para narrar célebres huecos de la Historia, vados del tiempo que nadie podrá comprobar a ciencia cierta. De estas dos fuentes emana el ánimo con el que escribo constantemente los breves relatos que podrían titularse “Intermedios inexplicables”; son minúsculas ficciones que emanan de los momentos vacíos, de los deseos apenas formulado y de los anhelos posibles que sólo necesitan la duración fugaz de una buena sobremesa para volverse eternos y que deben escribirse, como decía Juan Rulfo, de una sola sentada”.»

Los cuentínimos escritos durante el confinamiento, se difundieron en diversas plataformas electrónicas, como las redes sociales del propio escritor o las del Instituto Cultural de México en España, y como bien sabemos, todo aquello que circula por el internet, ahí permanecerá; pero próximamente se reunirán en un ejemplar, que será publicado bajo el sello de la excelente editorial Minerva.

Jorge F. Hernández, es uno de los mejores escritores contemporáneos que existen. Heredero del talento de Jorge Ibargüengoitia, ha desarrollado el arte de la escritura hasta alcanzar los más altos niveles; poseedor de un estilo característico, podemos encontrar sus textos en diversas publicaciones, desde sus columnas en diarios nacionales e internacionales, hasta novelas, ensayos y cuentos.

Los escritos de Jorge F., tienen la característica de la eternidad, ya que no concluyen con la simple lectura del texto, sino que es bastante probable que, días después de ser leídos, aparezcan de manera insospechada en la mente del lector y provoquen una sonora carcajada o hasta una inesperada reflexión.

En El álgebra del misterio, comparte una serie de relatos magníficos, que van desde Tú no sabes lo que pesa un muerto, True friendship, hasta encontrarnos con la respuesta a uno de los mayores misterios que se ha planteado la humanidad: De la secreta fórmula con la que se esfuman los enanos de este mundo.

Escribe Jorge F. Hernández:

«El álgebra del misterio que conoció Pessoa es el azar mismo, el que justifica que nos siga apasionando una mirada de ojos azules y que nos sigan encantando los párrafos siempre desconocidos de un libro que se vuelve entrañable por la sola magia de que lo leamos en silencio. Hablo de la sensación de contemplar un muro enamorado con bugambilias, hablo de los planes de viaje que no tienen caducidad, sea para volver una vez más a Xalapa o porque vamos a conocer Venecia por primera vez en la vida. Hablo de los paseos que recorren nuestros mismos pasos y de las personas con las que se establece una afinidad eterna en el instante de conocerlas.»

Jorge F. Hernández, tiene un lugar de honor en las letras nacionales e internacionales, su trayectoria y la magnificencia de sus obras hacen que no requiera presentación; pero después del año veinte del nuevo siglo, cada que se hable de él, habrá que nombrarlo en los homenajes que se hagan a los héroes de la pandemia, ya que con sus cuentínimos, oficialmente se convirtió en rescatista de mentes y almas, -algo que ya hacía desde hace mucho tiempo-. A fe mía, que así es.

Adriana Hernández Morales

Título: El álgebra del misterio

Autor: Jorge F. Hernández

Año de publicación: 2011

Editorial: Fondo de Cultura Económica, Universidad Iberoamericana

(También disponible en formato electrónico)

Mi correo: adrianahernandez1924@gmail.com


Adriana Hernández, es miembro del Club Nacional de Lectura Las Aureolas, club fundado por Alejandro Aura en 1995. Es además una mujer comprometida con las causas sociales, abogada de profesión y lectora por vocación.