El cementerio católico de Manila Norte, el más grande de la capital de Filipinas, desde hace más de 70 años alberga a miles de personas que no cuentan con recursos económicos suficientes.

Hombres, mujeres y niños se instalan alrededor de las tumbas de familiares, amigos y desconocidos con el fin de tener un lugar en donde dormir.

“Nací aquí. Mis padres vivían aquí desde hacía mucho tiempo. En 1975 di a luz a mi primer hijo sobre una tumba. Hice lo mismo con mis otros dos hijos. Esta es nuestra casa”, indicó Maricar de la Cruz, de 61 años.

El cementerio de Manila Norte está lleno de vida. Calles y caminos pavimentados y de tierra; pequeñas tiendas; canchas de baloncesto, el deporte nacional; puntos de conexión a internet; niños jugando en la basura o saltando de una lápida a otra; gente siempre ocupada.

Asimismo, en el Cementerio Católico de Cebú, la quinta ciudad más poblada del archipiélago, no es una excepción, pues duermen sobre las lápidas, construyen, llenan los nichos con los pocos bienes que poseen.

Robert Rie Lyn, que nació el 14 de marzo de 1927 y murió el 28 de mayo de 1998, es el nombre del propietario de la tumba que se convirtió en la cama de Michael de 30 años quien toda su vida ha durmió acostado sobre la lápida.

“Mi padre nació aquí. Yo también. Para nosotros es normal ver a los niños jugando entre las tumbas”, manifestó.

Los habitantes del cementerio realizan tres actividades para sobrevivir: el grabado de inscripciones en las lápidas con cincel y martillo; limpieza de las lápidas a cambio de lo que les dan los familiares que van a visitar a sus seres queridos, y la tercera, la producción de velas que fabrican reciclando la cera de las que se encuentran entre las distintas tumbas.