Redacción PH

Temas como empleo, economía, incertidumbre financiera, cuestiones político-electorales, pobreza, inseguridad y desigualdad social, no son ajenos a la Contaduría Pública. Sin embargo, no se trata sólo de aplicar este conocimiento, sino de hacerlo desde una mirada crítica sobre las circunstancias que hoy vivimos y con una perspectiva que aporte a la construcción de un futuro más alentador, consideró el rector Alfonso Esparza Ortiz, durante la Cuarta Cátedra de Honor “Presente y Futuro de la Contaduría Pública”.

En el Paraninfo del Edificio Carolino hizo hincapié en la necesidad de realizar ejercicios de reflexión, como esta Cátedra de Honor que también se transmitió de forma virtual, la cual abona a una acertada toma de decisiones:

Contribuye a la actualización, al intercambio, a estar mejor preparados, enfrentar escenarios de incertidumbre y, sobre todo, a que seamos capaces de formular propuestas y dar soluciones a los desafíos que aquejan a nuestra sociedad. En tiempos como los actuales, ese debe ser el compromiso de todos los profesionales y especialistas de la Contaduría Pública.

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Agregó que la tributación, indicadores financieros, auditoría, rendición de cuentas, control presupuestal, planeación estratégica y evaluación de proyectos son temas del conocimiento de estos profesionistas, quienes deben actualizarse permanentemente.

Más tarde, al impartir la Cátedra de Honor, Oscar Gilbón Rosete, coordinador general de Capacitación de la Institución, reflexionó sobre el pasado, presente y futuro de esta disciplina.

Tras citar a Fray Luca Bartolomeo de Pacioli, reconocido históricamente por formalizar y establecer el sistema de partida doble, la base de la contabilidad moderna, se remontó a la década de los años 70 del siglo XX, cuando empezó la demanda de esta profesión y permitió crecer a la Escuela de Ciencias Económico-Administrativas, albergada entonces en el primer patio del Edificio Carolino.

Mencionó que igualmente la Universidad se fortaleció en el ámbito de consulta bibliográfica y se adquirió la máquina de contabilidad (un híbrido de calculadora con máquina de escribir), las primeras incursiones de automatizar las funciones de la contabilidad.

El maestro Gilbón Rosete recordó que la elaboración de presupuestos y contabilidad se hacía a mano. “Era un estructurado en papel de columnas y renglones en los que colocábamos partidas presupuestales y entidades, sumábamos lo que en el anterior ejercicio se había erogado más las solicitudes de lo actual”. Los cheques eran mecanografiados y venían con póliza contable adjunta.

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Posteriormente, se incursionó en la máquina perforadora de tarjetas y con el nacimiento de la computadora portátil y sus unidades de disco, se emigró de la contabilidad lineal a una matricial para trabajar con bases de datos. Con la adquisición de microcomputadoras, la planta docente tuvo que actualizarse y aprender computación, porque el dictamen fiscal pasó del cuadernillo a un sistema electrónico.

Con el paso de los años esta unidad académica creció y se reformaron los planes de estudio, con la orientación de formar profesionistas capaces de tomar decisiones. Asimismo, Gilbón Rosete comentó que la Universidad consiguió un sistema que permitió llevar una contabilidad basada en bases de datos y compartir información.

Al hablar sobre las perspectivas de los egresados de la Contaduría Pública, señaló: “Deberán ser profesionales informados, con capacidad de discernir y tomar decisiones, con una formación interdisciplinar variada, capaces de entender los fenómenos económicos y financieros (por ejemplo, las criptomonedas), intuitivos, lectores, conocedores de mercados y sistemas computacionales, así como de proyectos de inversión, tener habilidades blandas, ser agentes de cambio y resilientes. Como Institución, formar estos profesionales no es imposible”.