Por Ruby Soriano

Sin el menor rubor y con la desfachatez que alcanza a quienes nacieron en la cuna del corporativismo sindical priista, el líder de la CTM en Puebla, Leobardo Soto Martínez “fiel” a los intereses que siempre lo han movido (negocios y más negocios), aventó al tricolor para entallarse en la nueva camisa morenista como en su momento lo hizo con la playera del panismo.

Este personaje goza del desprestigio sindical que podemos evocar como el más cercano símbolo sobreviviente del “charrismo obrero”, aunque hay que decir que él se da el lujo de rebasar esos patrones, por la facilidad con la que rompe acuerdos y teje nuevas alianzas de acuerdo a sus intereses personales.

Hace mucho que la CTM poblana reviste una momificación por las condiciones de burda representatividad que ejerce como dirigente Leobardo Soto.

El PRI le dio su curul como diputado local; en la época panista Rafael Moreno Valle le abrió la puerta de los negocios y manejo de sindicatos en AUDI, hoy lo vemos junto a Julio Huerta, quien como primo de Barbosa sueña gobernar Puebla.

Esta dupla no puede pasar desapercibida, sobre todo cuando es la más cercana representación de los contubernios y pactos al margen de esos trabajadores a quienes se les descuentan puntualmente sus cuotas que terminan en los bolsillos de un mercader de los sindicatos que desde hace mucho dejó de ver y de pensar en el legítimo interés de los trabajadores poblanos a los que representa.

En esta jungla de viejos dinosaurios sindicales, Soto Martínez emerge como el brazo del acarreo sindical que seguramente ofreció el voto masivo a un personaje que Puebla no conoce y que su único mérito es ser primo de un difunto gobernante que se caracterizó como represor de sus adversarios.  

Sin duda Morena le sigue apostando a dos cosas en estos tiempos de batalla interna para definir a sus candidatos: Le apuesta a la corrupción y a la simulación de una militancia.

Hoy Julio Huerta está subido en el carro morenista sólo por el hecho de usar su parentesco para ofrecerle a una corcholata que “no prende” (Claudia Sheinbaum) toda una estructura electoral en Puebla.

En tanto, un desprestigiado líder sindical como Soto Martínez reaparece para operar un voto corporativo que ya no es tal, pues hace mucho que sus propios agremiados dejaron de creer en él.

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