Con el disfraz de activistas, candidatas y funcionarias, varias mujeres en Puebla abanderan en este proceso electoral la violencia política de género con falsos argumentos de campaña para atacar a los y las adversarias, invadiendo la vida pública pero también la privada.

Estos comicios han desnudado a las mujeres que dobletean en moralina púrpura, morada y tiñen su defensa de acuerdo a los intereses de oportunidad que les pongan enfrente.

Es lamentable analizar que en este proceso electoral vigente, las mayores violentadoras son las propias mujeres que se han lanzado a calumniar, atacar y revictimizar a sus pares, con el único objetivo de atacar a sus adversarias políticas.

Estamos viviendo desafortunadamente, tiempos donde el “fakeminismo” de hojalata expone los verdaderos intereses de las mujeres que decidieron traspasar la delgada línea de lo público y lo privado.

Aquellas que hoy violentan desde sus páginas de lodo y contraste tienen hijos, familia y mucho andar en los anales de la resaca que viven detrás de las manos ejecutoras de las acciones de más bajo nivel.

Hay algunas que eligieron victimizarse en aras de justificar las embestidas contras otras mujeres para desviar la atención de aquellos actos que están lejos de aclarar y que las envuelven en el halo implacable de la corrupción.

La violencia política y de género en Puebla está más vigente que nunca. Desde las arengas vacías de funcionarias universitarias, pasando por activistas de medio tiempo que vendieron en 400 mil pesos los ideales a cambio de una postulación, pasando por las que se desgarran las vestiduras moradas para volver a declararse impolutas cuando en Puebla son ampliamente conocidas por sus shows de gafas violentas.

A estas señoras del fakeminismo las veremos a corto plazo ensalzando una nueva campaña de negociación o pactos políticos para conseguir nuevos cargos con quienes hoy denostan.

Son expertas en el chaquetismo de oportunidad.

Otras se quemarán en su propio carbón y con sus sueños guajiros de grandeza universitaria o quizá en las traiciones bien avenidas que siempre dejan huella y marcan la memoria de quienes hoy se erigen como juezas de rectitud socavada por un lenguaje soez de alcoba.

Estas son las violentadoras que tanto se ufanan en defender mujeres abrazando discursos de cartón pero articulando las guerras de contraste desde los pantanos raseros de su exacerbada ambición política.

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