Guerras de lodo, traidores a sueldo, violentadoras de género, candidaturas desaseadas, activistas buscando chamba de candidatos, negocios electorales al mejor postor, autoridades electorales de caricatura, patiños de ocasión, recursos públicos montados en campañas disfrazadas y la descarnada guerra entre correligionarios, etiqueta a Puebla como el epicentro de lo que podría catalogarse como elecciones vomitivas entre morenistas. 

Las tribus de ambición desnudaron a los morenistas aldeanos que con los cuchillos entre los dientes mantienen al rojo vivo, la batalla por la supervivencia en un proceso electoral donde ven al enemigo adentro y no enfrente.

Los escándalos de corrupción, las calumnias que rebasaron el límite de la contienda nos mantienen como espectadores de la batalla campal que se libra en el partido del presidente AMLO.

Morena se encuentra cooptada por dos tontos inútiles, como Carlos Evangelista y Edgar Garmendia quienes ni siquiera supieron cómo defender la ambición de quedarse con su propio agandalle de pluris. 

En la marea de abyecta ambición se encuentra la presidenta municipal con licencia Claudia Rivera quien todo indica sufrió una abducción y ahora se siente como el tercer ojo de Puebla.

Ahí en su bloque, a su gente se le siente el tufo de la ambición y la corrupción. Del otro lado como en la nave de los locos, aparece el solitario Gabriel Biestro quien parece tenía tantas pero tantas ganas de hacer campaña que no le quedó más remedio que hacerla de chaperón de la candidata Nora Escamilla.

Morena en Puebla se apresuró para en menos de dos años, mostrarnos el rostro de la descomposición. Los opositores miran con desdén y un poco de burla, las arengas raquíticas, famélicas y casi quemadas de candidatos que como loquitos se dicen punteros cuando en realidad van hasta el fondo de los fondos.

Alfiles de Claudia Rivera como René Sánchez Galindo hace una campaña grisácea y nos da idea de la manipulación, simulación e imposición para asignar candidaturas sin mediciones y sólo por dedazo.

Candidatos que splo los conocen en sus casas o en el escritorio que dejaron en el rincón de las burocracias como es el caso de la ex empleada del Gobernador, Melissa Jauli a la que dicen le urge otro “numerito de sus brigadistas” para llamar un poco de atención ante su nulo posicionamiento frente a Mónica Rodríguez de la Vecchia quien va en caballo de haciendo en el Distrito 9 local.

También está el caso de Pablo Salazar Vicentello un oportunista de ocasión.

Frente a este panorama nos preguntamos en Puebla ¿dónde quedó aquel partido que arrasó con el tsunami lópezobradorista?

Quedó en la pulverización de las ambiciones malogradas con la asignación de candidaturas por encargo y con la misión de blindar a Rivera Vivanco quien desde ya anda en busca de un blindaje frente a la cadena de corrupción que se ha destapado a su paso por la administración municipal.

Esto es Morena.

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