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“Hechos, no palabras”, fue el lema que guio a Emmeline Pankhurst, durante su vida. Nacida en la Inglaterra victoriana, Emmeline pertenecía a una familia con ideas consideradas demasiado progresistas para la época. Sus padres apoyaban la abolición de la esclavitud, la defensa de los derechos civiles, y la igualdad entre hombres y mujeres, por lo que ella, no solo adoptó esos ideales, sino que se convirtió en la principal impulsora de la campaña de emancipación electoral de las mujeres.

A finales del Siglo XIX, en Inglaterra, la desigualdad de los derechos entre hombres y mujeres era abismal; las mujeres que incursionaban en la vida laboral –principalmente desempeñándose en fábricas y actividades de limpieza- eran víctimas de explotación y tratos denigrantes, así que Emmeline, se convirtió en una luchadora social que, consideraba que el derecho al voto, era el primer paso para lograr cambios en las legislaciones y alcanzar mejores condiciones de vida.

En 1889 fundó la Women’s Franchise League, que fue el punto de partida para asociar a las defensoras del voto femenino, pero fue hasta 1903, cuando creó la Women’s Social and Political Union, que logró llevar a la Cámara de los Comunes la primera iniciativa del voto femenino.

La lucha de Emmeline, no fue nada sencilla, fue arrestada en más de siete ocasiones y durante el tiempo que estuvo en prisión fue sometida a todo tipo de vejaciones y torturas, sin embargo, nunca se rindió. Durante una de sus estancias en prisión, escribió sus memorias, publicadas como “Mi propia historia”, en donde expuso sus pensamientos acerca de libertad e igualdad y narra las dificultades que enfrentó para alcanzar sus ideales.

 

El 13 de noviembre de 1913 en Hartford, Connecticut, pronunció un discurso conocido como “Libertad o muerte”, y es considerado la base de la defensa de los derechos de las mujeres mediante el sufragio. Parte de sus palabras fueron:

 

«Los políticos tienen por costumbre hablar a las mujeres como si no hubiese leyes que las afectaran. Es un hecho –dicen– que el lugar de las mujeres es el hogar[…]La política no tiene nada que ver con todo ello y, por lo tanto, no es cosa de mujeres. No obstante, las leyes deciden cómo deben vivir las mujeres en el matrimonio, cómo deben ser educados y formados sus hijos, y cuál ha de ser el futuro de éstos. Todo ello viene decidido por leyes aprobadas en el Parlamento. Tomemos unas cuantas de esas leyes y veamos qué hay que decir al respecto, desde el punto de vista de las mujeres».

Los esfuerzos de Emmeline se centraban en lograr mejores condiciones de vida para las clases trabajadoras, en especial para las mujeres, ya que, a pesar de que muchas de ellas constituían la fuerza laboral de Inglaterra, sus derechos eran prácticamente inexistentes, por lo que siempre consideró que el camino para alcanzar la igualdad debía partir de la posibilidad de elegir a sus gobernantes y de tener acceso a puestos de gobierno.

«Pero dejen que les presente un ejemplo. Durante las elecciones para cubrir el escaño vacante del Parlamento, me encontraba en Herefordshire. Mientras estuve allí, una madre soltera fue llevada ante un tribunal, acusada de haber desatendido a su hijo. Era empleada del hogar y había dejado al niño a los cuidados de otra persona. Los jueces –el tribunal estaba formado por coroneles y terratenientes– no preguntaron qué salario ganaba la madre, no preguntaron quién era el padre, ni si contribuía a la manutención del niño. Condenaron a la mujer a tres meses de cárcel por haber desatendido a su hijo.

Mujeres, esta noche les hago aquí una pregunta: si las mujeres hubiesen participado en la redacción de las leyes, ¿no creen que habrían encontrado la forma de hacer que todos los padres de esos niños fuesen responsables del bienestar de sus hijos en la misma medida que las madres?».

El camino para alcanzar el voto femenino, se convirtió en una terrible y violenta batalla, cobró la vida de muchas personas, pero finalmente, en 1918, se consiguió un gran avance cuando el Parlamento autorizó el voto de las mujeres, restringiéndolo a las mayores de 31 años y una década más tarde, se logró el sufragio en igualdad de condiciones.

En nuestro país, la lucha por el derecho al voto femenino, tampoco fue sencilla, ya que fue reconocido hasta 1953. Tristemente célebres, son las palabras que el legislador Aquiles Elorduy pronunció en su momento, respecto al voto femenino:

«La mujer mexicana maneja el dinero en el hogar. Influye extraordinariamente en su marido ¿qué más quiere? […]Temo francamente que las actividades políticas de la mujer vayan a contribuir a descuidar más el hogar. Todo eso la distrae forzosamente de las ocupaciones hogareñas. Tengo miedo, tengo miedo, tengo pavor».

Afortunadamente, y gracias a numerosos hombres y mujeres valientes, que lucharon y hasta dieron su vida para conseguir el voto igualitario, palabras así, ya no tienen cabida en nuestra sociedad, y, mediante el sufragio, podemos manifestarnos pacíficamente y en condiciones de igualdad. La historia de Emmeline Pankhurst, resulta inspiradora para salir a ejercer nuestros derechos con entera libertad.

 

Adriana Hernández Morales

Título: Suffragette. Mi propia historia.

Autora: Emmeline Pankhurst

Editorial: Hesperus Press Ltd

(También disponible en formato electrónico)

 

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Para los pequeños lectores, el libro “Grandes mujeres que cambiaron el mundo”, escrito por Kate Pankhurst, es una excelente obra que, de manera sencilla y mediante bellas ilustraciones, relata las historias de varias mujeres que han destacado en la ciencia, el arte, y la lucha por los derechos humanos, resaltando las historias de Rosa Parks, Marie Curie, Frida Kahlo y Emmeline Pankhurst.

Mi correo: adrianahernandez1924@gmail.com


Adriana Hernández, es miembro del Club Nacional de Lectura Las Aureolas, club fundado por Alejandro Aura en 1995. Es además una mujer comprometida con las causas sociales, abogada de profesión y lectora por vocación.