De libros y más

 

Mujer, mujer divina,

tienes el veneno que fascina en tu mirar.

Mujer alabastrina,

tienes vibración de sonatina pasional,

tienes el perfume de un naranjo en flor,

el altivo porte de una majestad.

 

Mujer, Agustín Lara

El 25 de agosto de 1929 un crimen estremeció a la sociedad mexicana, el general Moisés Vidal había sido asesinado en su domicilio por su esposa, María Teresa Landa. Según se supo después, la señora, presa de una gran agitación, le había disparado en seis ocasiones y después intentó suicidarse, pero no lo logró porque ya no quedaban balas en la Smith and Wesson, propiedad del general.

 

Hasta unas horas antes de que ocurriera la tragedia, la vida del matrimonio transcurría con normalidad, considerando que el general era un marido celoso, y que la pareja radicaba en casa de los señores Landa Ríos para que ella no estuviera sola durante las ausencias de su marido, quién consideraba que las mujeres no debían leer el periódico para no enterarse de asuntos de política y escándalos; pero en realidad, había mucho más en esa historia.

 

¿Qué ocurrió para que esa mañana María Teresa Landa disparara sobre su marido? Pues al parecer, la vida de esta mujer siempre estuvo ligada a las noticias, tanto su fama, como su desdicha y hasta su enjuiciamiento. Ese domingo, Teresa se preparó un café en la cocina de su casa y a pesar de las prohibiciones de su marido, decidió leer el periódico, su sorpresa fue enorme al encontrarse con el siguiente encabezado: “Acusan de bigamia al esposo de Miss México, María Teresa Landa”. Y, es que, precisamente, María Teresa, era la ganadora del primer certamen de belleza realizado en nuestro país, y su marido, tal y como decía el diario, era bígamo.

 

En marzo de 1928, el periódico Excélsior, publicó una convocatoria para elegir a la primera reina de belleza mexicana; entre los requisitos se solicitaba que las jóvenes fueran mujeres de entre dieciséis y veinticinco años de edad, solteras, sin pasado en el teatro o cine y decentes. La joven María Teresa, de entonces diecisiete años, cumplía con los requisitos y, además -cosa rara para la época- cursaba la carrera de Odontología, así que, un poco en broma, un poco en serio, pero sus compañeros la inscribieron en el concurso, y, a pesar de que sus padres inicialmente se opusieron, acabaron apoyándola. El certamen, como era de esperarse, causó gran expectación y dividió opiniones entre la sociedad. Algunos sectores, auspiciados por diarios competidores del Excélsior, lo condenaban y comparaban a las participantes con las flappers norteamericanas; otros, por el contrario, consideraban que era una muestra de modernidad. Así fue, como el 15 de mayo, María Teresa Landa Ríos, fue elegida por 9473 votos, como la primera Miss México.

 

Uno de los premios por obtener el título de reina de belleza, consistía en la participación en el concurso de Miss Universo que se celebraría dos semanas después. Así que, después de numerosos desfiles y reconocimientos, coronados por una memorable fiesta en el hotel Regis, la joven Miss México, a bordo de un bus pullman –propiedad de una marca patrocinadora- realizó un largo recorrido, con numerosas escalas en las que recibió todo tipo de homenajes, hasta Galveston, Texas, para participar en el certamen de belleza internacional.

 

María Teresa, no ganó Miss Universo, pero quedó en noveno lugar entre cuarenta participantes, así que nadie puso en duda su belleza y fueron numerosas las ofertas que recibió para participar en cine y modelaje, pero, a pesar de que ella parecía estar encantada con su nueva vida, sorpresivamente rechazó todos los contratos y regresó a México. Nadie sabía que poco antes del concurso convocado por Excélsior, Teresa había conocido al general Moisés Vidal, quien, fascinado por la belleza de la joven, a la que, por cierto, le duplicaba la edad, la enamoró e hizo prometerle que se casarían en cuanto terminara el certamen, al que, por cierto, se oponía, pero que aceptó como inevitable.

 

María Teresa cumplió su promesa, y siguiendo las instrucciones de Vidal, se casó en secreto con él, situación que contrarió a su familia, pero para tranquilizarlos, el militar organizó la boda religiosa, oficiada por su medio hermano.

 

El orgulloso marido, y nunca sabremos si enamorado, lució a su esposa durante meses por todo el país, presentándola ante amigos y familiares, hasta que se establecieron en casa de la familia Landa Ríos; lo único que no mencionó el general, es que estaba casado y que era padre de dos hijas. Sobra decir que tanto parientes, como amistades de Vidal participaron en el engaño del matrimonio con Teresa.

 

Así fue como Teresa, llegó a la fatídica mañana del 29 de agosto, cuando se enteró de que su marido estaba demandado por bigamia. Al parecer fueron demasiadas piedras de molino las que arrastraba la joven, ya que no solo había desafiado a la sociedad al participar en un concurso que la mayoría señalaba como escandaloso, sino que se había aferrado a un matrimonio que en ese momento no tenía validez alguna, además había dejado sus estudios y rechazado las ofertas de trabajo que le habían hecho por participar en los certámenes de belleza.

 

María Teresa Landa, fue llevada a la cárcel de Belén y enjuiciada. Al igual que unos meses atrás, cuando su fotografía aparecía en los periódicos para referirse a su belleza, nuevamente ocupaba los titulares, pero con el sobrenombre de la “Viuda negra”.

 

La sociedad mexicana de 1929, volcó su interés en el proceso judicial y nuevamente se dividieron las opiniones; mientras el defensor alegaba que la joven fue víctima de engaños y que el crimen lo cometió en un terrible estado de afectación nerviosa, la parte acusadora no dudó en utilizar como argumento las fotografías de Teresa en el certamen de belleza, señalando que era una mujer que no tenía pudor alguno en mostrarse en traje de baño, porque ciertamente, esas fotografías, tomadas en la alberca Esther, en San Ángel, posiblemente fueron un factor decisivo para que resultara ganadora del concurso, ya que las imágenes muestran a una joven desenvuelta y segura, pero también resultaron la base de las acusaciones que la señalaban como una transgresora de la moral y las buenas costumbres.

 

Durante el tiempo que duró el proceso, los principales periódicos tomaron bandos contrarios y el interés del público fue enorme. El Nacional Revolucionario, que, por cierto, no tenía página roja, pero, sin embargo, dedicó muchas líneas a condenar los hechos y a exigir castigo para Teresa; por otra parte, Excélsior, que, hay que recordar era el promotor del concurso Miss México, asumió la defensa mediática de la joven, e incluso contrató a un afamado abogado para que escribiera una columna diaria en favor de la reina de belleza.

 

Era tanta la expectación que causaba el juicio, que una emisora de radio colocó bocinas en la calle Humboldt y en Avenida Juárez alrededor de las que se arremolinaba la gente para escuchar diariamente los pormenores del juicio. El día que se dictó el veredicto, mientras algunos aplaudían otros condenaban el fallo. María Teresa fue absuelta de los cargos y sacada en hombros del juzgado.

 

Muchos años después de esos acontecimientos, en el Antiguo Colegio de San Ildefonso, entonces sede del Plantel Número 1 de la Escuela Nacional Preparatoria, un joven Luis de la Barreda, que se convertiría en defensor de los derechos humanos en nuestro país, tomaba clase de Historia Universal, con una excelente profesora, y en sus palabras: “…ha sido la experiencia más deliciosa que como alumno he tenido en mi vida. Era una espléndida narradora que, al exponernos con profunda intensidad episodios dramáticos protagonizados por importantes figuras históricas, nos remontaba a las épocas correspondientes y nos hacía estar allí como emocionados y atónitos testigos”. La profesora, que tenía una impresionante trayectoria académica, contaba con dos licenciaturas: Biología y Filosofía; era Maestra y Doctora en Literatura y ejercía como docente en la Universidad Nacional Autónoma de México. Su nombre: María Teresa Landa Ríos.

 

Luis de la Barreda, en su libro El jurado hechizado, hace un recuento del proceso judicial de Teresa Landa, pero va más allá del juicio, la obra es el retrato de una sociedad que no solo juzgó a la joven por el crimen cometido, sino por haberse atrevido a desafiar los valores de la época al participar en un concurso de belleza; y aunque los argumentos de la defensa, apelaron a la vulnerabilidad y sumisión de Teresa, exaltando sus principios familiares y religiosos, la impresión general era que el principal factor que conmovió al jurado -en ese entonces existían jurados populares- fue la notable belleza de la enjuiciada, que vestida siempre de luto riguroso, causaba un gran impacto entre los presentes.

 

Es un hecho comprobado que Teresa asesinó a Moisés Vidal, pero, realmente ¿fue una criminal o una víctima de las circunstancias?, ¿qué tanto influyó la opinión popular en el veredicto?, o ¿realmente la belleza de la procesada inclinó la opinión del jurado en su favor? Nadie mejor que la propia María Teresa Landa para contestar esas preguntas, y en el Jurado hechizado, quedan despejadas, ya que, en palabras del autor, ella le narro toda su historia, y en esta obra él comparte esos relatos; así que, después de leer este interesante libro, cada quién tendrá sus conclusiones respecto al juicio, pero lo que sí queda claro, es que después de casi un siglo, los concursos de belleza en nuestro país, siguen siendo bastante controvertidos.

 

Adriana Hernández Morales

Título: El jurado hechizado.

Autor: Luis de la Barreda Solórzano

Editorial: Porrúa

(También disponible en formato electrónico)