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¿Qué podía salir mal? Era inteligente, hermosa, adinerada y talentosa. Su nombre: Zelda.

 

Perteneciente a una de las familias de la alta sociedad norteamericana, Zelda Sayre, era la hija menor de Minerva Buckner “Minnie” Machen y del juez Anthony Dickinson Sayre. Mimada por todos los que la rodeaban, se dice que no hubo deseo que no se le cumpliera, pero, además Zelda era encantadora; poseedora de un gran carisma que la hacía inolvidable y de una educación privilegiada, se convirtió en la joven más atractiva de la sociedad. Su estilo marcaba tendencias en la época y su popularidad era impresionante, la lista de pretendientes que tenía era interminable.

 

En 1918, Zelda era una especie de princesa norteamericana, nada refleja mejor su pensamiento de entonces, que la frase que escribió en su anuario de high school: “Pensemos únicamente en el hoy y no nos preocupemos por el mañana”, y tenía razón, porque en su horizonte no existía ninguna nube; la joven Zelda era toda una socialité con el mundo rendido a sus pies. Pero como en todas las historias, es justo en este momento, en donde su vida da un inesperado vuelco. En una fiesta celebrada en el Country Club de Alabama, conoció a un apuesto militar que esperaba su llamado para participar en la Primera Guerra Mundial, ¿su nombre? Francis Scott Fitzgerald.

 

A partir de este momento, los nombres de Zelda y Scott, quedarán unidos para siempre; la obsesión que nació entre ambos, no solo cambió sus vidas, sino que influyó en el destino de la literatura, porque, aunque el joven militar ya no pudo participar en la Gran Guerra -el armisticio se firmó poco después-, se convirtió en uno de los escritores más notables del Siglo XX. Así como la infancia de Zelda, parecía sacada de un cuento de hadas, a partir de su encuentro con Fitzgerald, su vida, más que parecer real, semeja la trama de la novela más apasionada e intrigante que se haya escrito.

 

Scott Fitzgerald no pertenecía a la misma clase social que Zelda, así que unos meses después, se estableció en Nueva York para trabajar en publicidad y tener ingresos para poder proponerle matrimonio, pero sus ganancias resultaban escasas, así que decidió seguir trabajando en su novela A este lado del paraíso. Cuando fue publicada, se convirtió en un éxito rotundo y ya, con una carrera de escritor en ascenso, la pareja contrajo nupcias en 1920 en la Catedral de San Patricio.

 

Los fabulosos años veinte, han quedado retratados para la historia como la época de los grandes excesos, el mundo se reconstruía después de la guerra y lo hacía con todo el esplendor posible, pero el centro del universo parecía estar situado en Nueva York. Los grandes rascacielos se inauguraban al ritmo de las mejores orquestas; el jazz y el charleston causaban furor, la moda femenina olvidaba los corsés, para dar paso a los largos collares de perlas y a lujosos vestidos adornados con plumas y pedrería; las flappers, con sus cabellos cortos y flecos en las faldas causaban sensación y escándalo. Y por encima de toda esa nueva sociedad, lucía radiante la pareja formada por Zelda y Scott Fitzgerald.

 

Esa época dorada parecía haber sido diseñada a la medida para el matrimonio Fitzgerald; en esos años, él se afianzó como escritor y ella publicó algunas obras, al año de casados nació Frances, su única hija. A la vista de todos, eran la pareja perfecta, jóvenes, guapos y talentosos, pero la realidad del matrimonio era muy distinta a la que aparentaban.

«Me pregunto por qué no hemos sido nunca demasiado felices y por qué ha sucedido todo esto»

 

Con esas palabras, Zelda se dirigió a su marido en una carta algunos años después. Víctimas de sus adicciones, la pareja se amó con la misma intensidad con la que se destruyó. El alcoholismo de Scott y la inestabilidad emocional de Zelda se desarrollaron a pasos agigantados. El matrimonio se estableció un tiempo en París y después en la Riviera francesa; a pesar del caos interno, fueron años fructíferos en cuanto a literatura. Scott, publicó El Gran Gatsby y Zelda escribía diversos artículos y trabajaba en su novela; pero ahora, la fiesta continuaba en Europa, y los celos y las infidelidades se hicieron presentes en sus vidas, hasta que Zelda sufrió una terrible crisis emocional por la que tuvo que ser internada y se le diagnosticó esquizofrenia. Desde entonces pasó largas temporadas en diferentes sanatorios mentales de Europa y Estados Unidos.

 

El talento literario de Scott Fitzgerald es indudable, pero la historia de su relación con Zelda tiene muchas aristas, ya que ella también era una escritora notable. Su novela Resérvame el vals, tuvo que ser reescrita porque Scott revisó el manuscrito y se opuso a que Zelda utilizara aspectos de sus propias vidas, pero hay que decir que esas menciones que tanto le molestaron en el libro de Zelda, sí aparecieron en Resérvame la noche, otra de las novelas de Fitzgerald. Incluso, según se cree, él dispuso de textos escritos por Zelda y los transcribió en varias de sus obras, presentándolos como de su autoría.

 

La relación entre Zelda y Scott es terrible y fascinante, es una historia de amor y obsesión. En la correspondencia que sostuvieron durante años, se puede apreciar que, a su manera, siempre se necesitaron y, a pesar de los reclamos y las discusiones, el perdón prevalecía. La vida de Zelda, ha sido magníficamente retratada en la biografía escrita por Nancy Milford; la autora, además hace una espléndida narración de la relación que el matrimonio Fitzgerald tuvo con numerosas figuras de las artes y las letras que conformaban su círculo social. Especial mención merece el tema de Ernest Hemingway, ya que se convirtió en uno de los mejores amigos de Scott, cuya influencia fue determinante en su estilo, pero que pasó una factura muy alta para la relación de la pareja, ya que Hemingway y Zelda sentían una animadversión mutua.

 

El excelente libro escrito por Milford, no solo resulta interesante, sino que tiene la magia de trasladarnos hasta los alocados años veinte, para ser testigos de la apasionada relación de dos grandes escritores, y así, conocer de cerca a la fabulosa y encantadora Zelda, cuyo talento y genialidad, siempre la harán brillar con luz propia.

 

Adriana Hernández Morales

Título: Zelda

Autora: Nancy Milford

Editorial: Harper Perennial (Edición en inglés) / Ediciones B (Traducción en español)

(También disponible en formato electrónico)

Mi correo: adrianahernandez1924@gmail.com


Adriana Hernández, es miembro del Club Nacional de Lectura Las Aureolas, club fundado por Alejandro Aura en 1995. Es además una mujer comprometida con las causas sociales, abogada de profesión y lectora por vocación.